Hace 16 años asesinaban a una gloria de Independiente

Las agujas del reloj señalan las 20 en el barrio 12 de octubre, en Cali. Era el 11 de febrero de 2004, el “Palomo” jugaba cartas, dominó y se tomaba unas cervezas. Un joven se bajó de una moto, sacó la pistola y apretó el gatillo. Fueron trece disparos.

Una sevicia movida por la envidia de un hombre que ve a la mujer que ama en brazos de otro. Albeiro Usuriaga salía con una ex novia del asesino. Jefferson Valdez Marín, el responsable. Alguien que además era la cabeza de una banda de sicarios conocida como “Molina”.

Así se apagó la luz del ídolo en Independiente de Avellaneda, América de Cali, General Paz Juniors y Atlético Nacional. Era un moreno de casi dos metros de estatura que, con sus grandes zancadas, tenía una habilidad atípica para jugar. Díscolo, desobediente, rebelde y elocuente.

Fue un hombre de goles definitivos: le anotó a Israel el tanto que significó la clasificación de Colombia al Mundial de 1990 y se reportó en la final de la Copa Libertadores 1989 con Atlético Nacional.

Necesitó de un puñado de partidos con la camiseta de Independiente para dejar una huella indeleble. De la mano de Brindisi debutó en Argentina en marzo de 1994, ante River.

Acumuló 63 presentaciones y  20 goles. Conquistó el Torneo Clausura de 1994 y la Supercopa de ese mismo año. En 1995, siempre con la casaca del Rojo, logró el bicampeonato de la Supercopa, luego de derrotar al Flamengo de Brasil por un marcador global de 2 a 1. Despues marchó al Barcelona de Ecuador, en 1996 al Santos de Brasil, y ese mismo año regresó al Independiente, donde no logró reeditar los éxitos anteriores y fue traspasado al Atlético Nacional de Colombia.

Brilló en el ascenso con los cordobeses, también se puso la de All Boys. Tuvo un breve lapso en Sportivo Luqueño de Paraguay –que sumó estadísticas a su amplia carrera por Málaga, Necaxa, Barcelona de Guayaquil y Santos–, antes de descollar por última vez en el Carabobo venezolano, ya en el epílogo de su trayectoria.

De la mano, también estuvieron los escándalos: un dopaje lo privó dos años del fútbol por dar positivo por cocaína y experimentó una polémica exclusión a la cita orbital de Italia 90 por un supuesto robo a sus compañeros.

Un rebelde, a veces sin causa, que siempre será recordado por su sonrisa: “El Palomo” Usuriaga.

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