La patria en movimiento. Por Jorge Rachid

El concepto de Patria siempre asociado a Padre enterrado, nos remite a la transmisión cultural, costumbrista y de valores, que se vuelcan de generación en generación, adoptando esas formas comunitarias que identifican y distinguen a los pueblos.

Pero también existe el valor conceptual de Matria, que nos traslada a la Madre Tierra, la Pachamama de nuestros pueblos originarios, pero también culto mundial de su vientre, del cual surgen los alimentos y el agua y nos evocan la parición de vida, que sin elementos desaparecería.

Ambas descripciones conllevan necesariamente a la construcción de las identidades, que los pueblos van asumiendo a lo largo de la historia. Perfiles identitarios, que siempre se encuentran en permanente construcción, como la dinámica de la vida misma, en esa búsqueda incesante, impaciente para algunas culturas arrasadoras de tiempos y espacios, contemplativas y evolucionistas otras, como en las nuestras americanas mestizas, morenas y criollas, tan profundas, en sus contenidos, como cualquier otra construcción del pensamiento.

Esos pliegues, tanto de identidad como culturales, se van sumando en cuestiones que hacen a lo trascendente del pensamiento, que las ciencias llaman filosofía, en los pueblos se asume como fe y se deposita en las religiones, en otros, como elementos constitutivos del conjunto de ideas que hacen a la ideología. Ésta última entendida como aquellos objetivos de destino común, que deparan las comunidades para sí, como camino necesario para lograr la felicidad de sus pueblos y la grandeza de la Patria, ya entendida como entidad de núcleo humano y de preservación.

Entonces es el pueblo, una categoría superior de Patria y Matria, es una identidad en construcción permanente, que como los ríos de deshielo, buscan su caudal, al principio en pequeñas vertientes, luego cascadas, lagos confluentes, hasta desembocar en tumultuosos ríos, que por su potencia arrolladora, dignifican la vida de esos pueblos, al generar energía, a través de grandes represas.

Así es el Movimiento Nacional, pequeños eslabones de una cadena, que entiende en ese derrotero, que la capacidad de alcanzar las fuerzas necesarias de la consolidación política, radica en la Unidad como eje superior a las partes, de un Todo, que algunos imaginan hegemónico, pero ese pensamiento, debilita al conjunto. De ahí que el Movimiento Nacional es contradictorio, confuso por momentos históricos, antagónico por épocas, hasta que aparece el elemento común de aglutinación, de objetivos comunes, que es la Patria, inseparable de la Matria, que lo contiene y ampara.

Por esa razón el Coloniaje ataca por las identidades, intentando debilitar el concepto de Patria y de Matria, invocando supuestos valores globalizados, introduciendo culturas ajenas, intrusando costumbres, comidas, hábitos, músicas y entretenimientos. Usando lenguajes lejanos, en el concepto de quien “Nomina siempre Domina”, en un mecanismo extorsivo de banderas materialistas que determinen a los pueblos, como “libertad de mercado”, o de comercio, o de expresión, usada para humillarlo y denigrarlo, atacarlo y someterlo, cuestiones que terminan siendo naturalizadas, ante el fuego constante, de rampas misilísticas del pensamiento colonial, que produce el sometimiento cultural y el saqueo económico, además de la sujeción política, que abandona los intereses populares.

Preservar la identidad de Patria Grande, es un desafío estratégico del pueblo argentino, ya que en esa identidad, no sólo está el deseo heroico de nuestros Padres Fundadores San Martín, Belgrano, Artigas y Bolívar, sino la conjunción de luchas históricas, que por siglos vienen librando los pueblos americanos por su Liberación Nacional.

En esa línea el peronismo fue una parte sustancial, no única, de la recuperación de esa identidad intrusada por años, por el vasallaje anglosajón en América Latina, identidad mantenida viva por nuestros pensadores y luchadores, a lo largo de los siglos XVlll y XlX, logrando en el siglo XX la vigencia de los movimientos nacionales y populares, que fueron sofocados a sangre y fuego, pero sin embargo, por esas fuerzas culturales anidadas, encendieron la llama que en el siglo XXl emergió con Lula, Chávez y Néstor en el nacimiento del UNASUR y la CELAC, quienes dieron vida a esa transfiguración de culturas, mestizas de mapuches, guaraníes, coyas, aymaras, negros, zambos, mulatos, criollas, migrantes de todo el mundo, en sincretismo americano, que hoy expresan la posibilidad de un mundo en construcción Biocéntrico, confluyendo en modelos sociales solidarios, desde los pueblos, en la preservación de la naturaleza, que será sin duda el signo de los futuros tiempos.

Jorge Rachid, médico, escritor

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