Un día como hoy, dejaba de existir la poetisa Alfonsina Storni. Vanguardia, feminismo y arte…

“Soy un alma desnuda en estos versos,/ Alma desnuda, que angustiada y sola,/ Va dejando sus pétalos dispersos”. Así se definía en uno de sus poemas la escritora Alfonsina Storni, quizá la poeta más famosa que dio la literatura argentina. Íntima y misteriosa, fue su modo de construirse y mostrarse. Pasaron 80 años de su fallecimiento, pero sus versos se siguen recitando.

Nacida el 29 de mayo de 1892, en el pueblo suizo de Capriasca, llegó a nuestro país a los cuatro años: Argentina, ese lugar lejano que encarnó con puño y letra, y desde donde formó parte de un grupo de literatas latinoamericanas que lucharon no solo por el reconocimiento artístico, sino también por un lugar, como mujeres, en la sociedad que les tocó vivir. Entre ellas, la chilena Gabriela Mistral y la uruguaya Juana de Ibarbourou.

Sus días en Argentina

Vivió en San Juan, Santa Fe y Buenos Aires. Atravesó una infancia con pocos recursos económicos, lo que la obligó a dejar sus estudios para pornerse a trabajar. Primero como ayudante de su madre modista, y tras la muerte de su padre, como obrera en una fábrica de gorras. Sin embargo, nunca abandonó su deseo de estudiar. Ya en Buenos Aires, egresó como maestra y fue docente en el Teatro Infantil Lavardén y en la Escuela Normal de Lenguas Vivas. En 1917, llegó a ser directora en un colegio de Marcos Paz. Pero fue un año antes cuando publicó su primer libro, La inquietud del rosal, con el que comenzó a forjar su faceta más profunda, viva y con la que sería recordada en la historia de la literatura argentina.

A partir de allí, Alfonsina comenzó a frecuentar algunos círculos literarios, como el grupo Anaconda, con Horacio Quiroga y Enrique Amorín; o el grupo Signos, con Federico García Lorca y Ramón Gómez de la Serna, y a publicar poemas en las revistas Mundo Rosarino y Monos y Monadas. Colaboró también en las publicaciones Caras y Caretas; Nosotros; Atlántida; La Nota, y en el diario La Nación, desde donde alzó la voz a favor de la igualdad y los derechos de la mujer.

“Así” (fragmento)

Mariposa triste, leona cruel,

di luces y sombra todo en una vez.

Cuando fui leona nunca recordé

Cómo pude un día mariposa ser.

Cuando mariposa jamás me pensé

que pudiera un día zarpar o morder.

 

Teatro, madre y feminista

Storni también incursionó en la dramaturgia y en el teatro para niños. En 1927, estrenó El amo del mundo, en el Teatro Nacional Cervantes, y en 1931, Dos farsas pirotécnicas.

Fue madre soltera en una época que socialmente era inaceptable o reprochable. Ella no se dejó avasallar y puso a relucir su espíritu feminista, también expresada en su lírica. Sus poemas “Tú me quieres blanca”, “Así”, o “La loba” son ejemplos de ello.

La obra de Alfonsina

Algunos expertos de la obra de Storni dividen su producción en dos etapas: una muy influenciada por el romanticismo y un modernismo más refinado y estetizante, cuyos ecos pueden leerse en La inquietud del rosal (1916), El dulce daño (1918) o Irremediablemente (1919), y otra caracterizada por un tenor más oscuro y nostálgico, con una construcción de versos distinta e innovadora, como en sus libros Mundo de siete pozos (1934) y Mascarilla y trébol (1938).

“La loba” (fragmento)

Yo soy como la loba.

Quebré con el rebaño

Y me fui a la montaña

Fatigada del llano.

Yo tengo un hijo fruto del amor, de amor sin ley,

Que no pude ser como las otras, casta de buey

Con yugo al cuello; ¡libre se eleve mi cabeza!

Yo quiero con mis manos apartar la maleza.

Mirad cómo se ríen y cómo me señalan

Porque lo digo así: (Las ovejitas balan

Porque ven que una loba ha entrado en el corral

Y saben que las lobas vienen del matorral).

¡Pobrecitas y mansas ovejas del rebaño!

No temáis a la loba, ella no os hará daño.

Pero tampoco riáis, que sus dientes son finos

¡Y en el bosque aprendieron sus manejos felinos!

(…)

Vanguardia

Luego llegó la vanguardia y, con ella, su creatividad y fuerza poéticas se transformaron en una voz más personal. En su libro Languidez (1920) comenzó a quebrar cierta métrica y a utilizar términos que vienen de la oralidad más cotidiana. Así, empoderó una primera persona mucho más intimidante, intensa y reveladora.

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