Mujere Originarias: las mujeres olvidadas de nuestra historia

A lo largo de la historia las mujeres siempre han quedado a un costado. Las historias, contadas siempre por hombres, rara vez han incluido a las mujeres. Si las incluían era en el marco de la locura o la brujería, pero nunca en un ámbito de fuerza, poder, inteligencia o lucha. Las mujeres aborígenes no son la excepción, también han quedado al margen de la historia.

La escritora e historiadora Norma Sosa realizó diversas investigaciones que se han centrado en diversos aspectos etnohistóricos del área pampeana-patagónica. Su libro “Mujeres indígenas de la Pampa y la Patagonia” fue publicado en 2001 en donde se centró en ver como era la vida “olvidada” de las mujeres aborígenes de Argentina.

Las mujeres indígenas no aparecen hasta el momento en los diccionarios biográficos, en los partes militares, en las crónicas de viaje. Su libro rescata las figuras de muchas de ellas que se destacaron por su posición o sus saberes: hijas y mujeres de caciques, lenguarazas, cautivas, shamanes y cacicas, que sobresalieron por su valentía, inteligencia y fueza vital. La autora es profesora de Historia y ha publicado varios trabajos de investigación, entre ellos «La vida de Maikel y los cuentos del Vulcan» y «Cazadores de plumas».

En los últimos años mujeres de los pueblos originarios asumieron roles políticos y sociales, hoy se visibilizan hacia dentro del movimiento indígena y hacia el resto de la sociedad argentina.

Referentes comunitarias, líderes, guías espirituales, educadoras interculturales, activistas y militantes comenzaron a levantar sus voces: “aquí estamos”, “éstas somos”, “así vivimos y luchamos”.

Denuncian los atropellos y hostigamientos que sufren sus comunidades, sean éstas rurales o urbanas. Contra aquel imaginario que insiste en situar a los y las aborígenes viviendo en el campo o extinguidos, hay que señalar lo contrario: la mayor parte de la población indígena de nuestro país vive en los cordones empobrecidos de ciudades y pueblos, y sobrellevan la invisibilizarían, la discriminación por color de piel, la falta de agua potable, la desnutrición, las muertes por tuberculosis, chaguas y dengue, el desempleo crónico, la pérdida de sus territorios que se remonta a la política genocida por parte del Estado Argentino a fines del siglo XIX, la colonización de larga data, las intimidaciones policiales, la cooptación política de sus autoridades, los planes sociales y las pensiones de todo tipo.

En resumen: la pobreza estructural y la criminalización de sus reclamos y protestas. Pero también ahí se ven resistencias de todo tipo, resiliencias, luchas, articulaciones nuevas, cooperativas de trabajo, proyectos interculturales en el ámbito de la educación y la cultura que tienden puentes, experiencias de migración y vidas urbanas complejas, modelos de género y de sexualidad para la vida cotidiana que desbordan los preceptos mitológicos indígenas y cristianos, entre tantas otras experiencias que fueron gestando en condiciones siempre difíciles.

Varias mujeres originarias se han propuesto interpelar al resto de una sociedad que le sigue dando la espalda a los conflictos estructurales que los pueblos originarios mantienen con un Estado y una Nación Argentina que les robó sus tierras y los despojó culturalmente. “Sin nosotras no hay país” fue una de las consignas del colectivo Marcha de Mujeres Originarias por el Buen Vivir, coordinado por la weichafe (guerrera) mapuche Moira Millán, una activista de larga data en el sur argentino y con mucha presencia en las redes sociales.

Las mujeres aborígenes argentinas lucharon y luchan actualmente por sus derechos. Anhelan el reconocimiento de los derechos colectivos de los pueblos originarios. Integran diferentes organizaciones para evitar que sus tierras sean arrebatas.  Hoy y siempre formaron parte de la historia por mas que nadie las haya nombrado nunca.

Para CincoDias por Mariana Norando

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