Hugo Conte, secretos de un medallista olímpico: cómo combatió sus inseguridades con el deporte y la receta del DT coreano que cambió al voley argentino

Luego de 16 años de sequía, Argentina volvió a subirse a un podio olímpico en Seúl 88. Además de Gabriela Sabatini (plata en tenis), el país obtuvo una medalla de bronce de la mano del voley con Hugo Conte como una de sus principales figuras.

En una charla íntima con Infobae, el ex deportista nacido en abril de 1963 rememoró su exitosa carrera. Desde sus inicios en GEBA que le permitieron combatir las inseguridades y la timidez que le generaba su altura hasta las enseñanzas del entrenador coreano Young Wan Sohn, el tercer puesto en el Mundial de 1982, la gloria eterna en los Juegos Olímpicos y su ingreso al Salón de la Fama.

Pese al gran reconocimiento que siente por parte del pueblo albiceleste, Conte prefiere tomar distancia de las mieles del éxito: “Valoro el afecto y me genera satisfacción recibirlo, pero un reconocimiento mayor tiene que ser para la gente que hace cosas muy importantes, como las que salvan vidas, y más en este momento. Hay que aplaudirlos. Hay que seguir dándoles el apoyo”.

 ¿Cómo nació tu amor por el voley?

 Empecé en GEBA, donde había hecho distintos deportes durante muchos años, como natación y fútbol. A los 12 empecé con el voley. Mi mamá jugaba. No a nivel federativo, pero jugaba muchísimo. Un día, un entrenador, Daniel Troya, me vio y me dijo de empezar a jugar. Yo ya era muy alto a esa edad. Empecé a tocar la pelota y la historia de que tenía que caer del otro lado y no del nuestro y pasársela a mis compañeros me gustó mucho. El tema de la altura me ayudaba. Yo era muy alto para los 12 años. Me empezó a gustar y a dar seguridad como chico. En el colegio le sacaba una cabeza y media a todos y eso me generaba un poco de inseguridad y timidez. El voley, en cambio, empezó a darme una seguridad importante. Dentro de la cancha me la pasaban a mí, era el que hacía los puntos. Me generó un montón de cosas positivas. Y luego nunca lo dejé.

 Al poco tiempo ya comenzó tu lazo con la Selección Argentina

 Lo de la Selección fue algo rapidísimo. A los 15 fuimos a jugar un Sudamericano a Brasil y apenas volví, en marzo del 80, el coreano Young Wan Sohn me dijo de formar parte de la Selección Mayor, de formar parte de las concentraciones. Ahí comenzó a formarse un grupo nuevo con (Waldo) Kantor, (Esteban) Martínez, (Jon) Uriarte, (Daniel) Castellani… Un montón de jugadores que entramos en ese momento y quedamos prácticamente por 10 u 11 años.

Hugo Conte fue una de las figuras de Argentina en los Juegos Olímpicos de Seúl 88 (Photo by El Grafico/Getty Images)Hugo Conte fue una de las figuras de Argentina en los Juegos Olímpicos de Seúl 88 (Photo by El Grafico/Getty Images)

 Tu apellido quedó fuertemente marcado dentro del deporte olímpico. ¿Qué se te viene a la mente cuando ve los anillos?

 Fue algo muy fuerte para mi vida deportiva los Juegos Olímpicos. Lo es para todos los deportistas. Muchísimos tienen los ciclos olímpicos y entrenan prácticamente pensando en eso cada cuatro años. Nosotros en el medio tenemos el Mundial, pero no es el principal objetivo. Lo más lindo y fuerte que se puede jugar son los Juegos Olímpicos, de eso no hay duda. Tuve la suerte de estar en cuatro. En Los Ángeles 84, Seúl 88 y Sydney 2000 como jugador. En Atlanta 96 fui con el beach voley, junto a la dupla conformada por Esteban Martínez y Martín Conde, que era la número 1 del mundo. Fui como ayudante-dirigente. Fui a darles una mano con lo que estaba fuera de la cancha.

 ¿Para un deportista qué significa ser olímpico?

 Los Juegos Olímpicos son lo máximo a lo que uno puede aspirar. Tener una medalla o lograr un podio es mucho más que un Mundial. El contexto que se forma en esos 15 días es muy fuerte. Genera situaciones y sensaciones muy fuertes, importantes. Uno sabe perfectamente que eso es lo más importante que estás jugando. En un Mundial tenés a los mejores equipos de tu deporte, pero en un Juego Olímpico te podés cruzar, almorzar, cenar o sacarte una foto con estrellas de todo el mundo. O entablar diálogos con figuras. Tiene que ver mucho con lo cultural y lo histórico.

Young Wan Sohn revolucionó el voley en argentinaYoung Wan Sohn revolucionó el voley en argentina

 ¿Qué significó el surcoreano Young Wan Sohn para el voley argentino?

 Young Wan Sohn fue el padre de toda esta construcción de la Selección Argentina, en ese inicio, en esa bisagra que tuvo en el 82. Los que formamos parte de esa generación reivindicamos muchísimo también lo que pasó antes. Ellos trabajaron muchísimo y le dieron forma a la Selección y el voley argentino. Sohn nos llevó a jugar por el mundo desde muy chicos. Él tenía experiencia como entrenador y jugador, otra visión. Buscó jugadores altos y jóvenes para formarlos, que entrenen muchísimo y darle mucha competencia internacional, sin importar los resultados. Él nos convenció de muy chicos que con mucho trabajo, y que por más que perdiéramos muchos partidos, como lo hicimos, porque los dos primeros años perdimos prácticamente el 90 por ciento de los partidos internacionales que disputamos, podíamos. Él nos mantuvo con la cabeza dura y con confianza en el trabajo. Que el fruto de ese trabajo iba a llegar y se iba a ver más adelante, que el objetivo era el Mundial de 1982. Aprendimos jugando, y perdiendo. Él nos inculcó muchísimo el ser duros de la cabeza, no bajar los brazos. Al ser chicos, y ver que las mejoras se iban haciendo, íbamos creyendo.

 ¿Cómo era la comunicación con Young Wan Sohn?

 La comunicación con él era muy difícil. Sabía muy poco español, tenía un vocabulario muy corto. Años después, cuando nos reunimos con los que formamos parte de ese grupo, decimos que quizá esa falta de comunicación con él, porque sólo nos daba 3 ó 4 palabras, nos hacía pensar lo que él quería y lo que debíamos cambiar. Nos daba palabras en gerundio y nosotros pensábamos qué era lo que él pretendía. Nos hizo pensar mucho en las soluciones que debíamos dar. Generó mucha comunicación entre nosotros y ver cómo nos podíamos ayudar pensando en lo que él nos había dicho. Nos hizo pensar y eso fue muy bueno.

 Sohn se caracterizó por un duro régimen de entrenamientos e incluso los hizo practicar situaciones imaginarias. ¿Podrías ahondar en este tema?

 Lo hicimos pocas veces. Él quería que visualicemos lo que podía pasar con una pelota en ciertas jugadas. Lo que él pretendía era que hagamos los movimientos dentro de la cancha. El voley tiene mucho de equipo. Vos podés tocar la pelota una milésima de segundo, y lo tenés que hacer de forma perfecta para pasársela a tu compañero para que también pueda hacer su mejor golpe. Hay que coordinar los movimientos. Él pretendía eso, que seamos un ballet y que nos movamos de cierta manera. Lo hicimos pocas veces, pero quedó como una anécdota interesante.

 ¿Qué recordás del tercer puesto en el Mundial de 1982?

 Sohn nos transmitió, desde marzo del 80, que el objetivo era el Mundial del 82 en Argentina. Nos bancaron muchísimo nuestras familias. Muchos íbamos aún al colegio. Había concentraciones o viajes a Europa. Los compañeros nos ayudaban con los deberes, y en esa época no había WhatsApp ni nada. El gran objetivo fue el 82. Llegamos sin saber dónde estábamos parados. Sabíamos que habíamos entrenado y trabajado fuerte. Habíamos jugado con las potencias y habíamos perdido con todos. En el 82 habíamos ganado algunos partidos, pero no teníamos un piso para saber dónde estábamos. Empezamos ese día, el 2 de octubre en Rosario, y ni siquiera sabiendo si iba a haber gente en el estadio de Newell’s. Pensábamos si iba a haber gente o no. Cuando viajamos vimos una fila a 6 ó 7 cuadras cerca del Parque. Pensamos que había un recital o algo. Cuando más nos acercábamos nos dimos cuenta que esa gente iba al estadio. Cuando salimos a enfrentar a Túnez el estadio estaba impresionante. Argentina venía con el tema de los papelitos. Hay filmaciones donde se ve que ni nos veíamos entre nosotros. El aliento fue impresionante. Yo tenía 19, pero otros 20 ó 21. Esa inconsciencia nos hizo creer muy fuertes en ese momento. Desde el primer partido, que sabíamos que lo podíamos ganar, fue impresionante. Después perdimos con Japón, que sabíamos que se podía dar. Luego fuimos al Luna Park ante equipos más fuertes, y fuimos respondiendo muy bien. Tampoco sabíamos si nos iba a dar el físico, porque no sabíamos manejar el cansancio o las noches, porque las pasamos sin dormir. Pero cada día estábamos mejor. La adrenalina que sentíamos aún la siento. No necesitábamos ni entrar en calor. Lo que era la gente y lo que estábamos y viendo nos llevaba al 100 por cien. Fue el momento bisagra para todas nuestras vidas. Cambió para muchísima gente del voley. Empezamos a emigrar y se abrió una puerta gigantesca que no existía.

Hugo Conte, un emblema de la Selección argentina de voleyv (Foto Baires)Hugo Conte, un emblema de la Selección argentina de voleyv (Foto Baires)

 ¿Qué enseñanza fue la que más te quedó de Sohn?

 Las que más me quedaron fueron las que generaron un cambio desde lo actitudinal, desde el trabajo. Ser duro de la cabeza y soportar un montón de situaciones. Nos llevó 45 días a Asia. Pasamos por Japón, China, Corea y Taiwán, donde en esos días jugamos 38 partidos con dos camisetas y dos pantaloncitos que nos daba la Federación. De esos 38 partidos debemos haber perdido 35. Al año siguiente nos llevó a Europa 65 días. Más de dos meses por Europa para jugar 55 partidos, de los que debemos haber perdido 50. Al tercer año, de nuevo en Asia. De 40 partidos debemos haber ganado 10. Fue justo antes del Mundial. Eso hoy es impensado para jugadores profesionales. Era otro mundo, otra manera de ver las cosas. No se puede ni comparar. Él nos transmitió una mentalidad muy fuerte, quería que todo el día pensemos en voley y en lo que teníamos que hacer para mejorar constantemente. Éramos chicos, éramos esponjas, y le creímos.

 El otro gran hito del voley argentino fue la medalla de bronce en Seúl 88. ¿Qué recodás de esos Juegos Olímpicos?

 El 88 fue el año más importante, junto al 90. Pero en el 88 logramos el resultado. Cuando empezamos la preparación, cuatro meses antes de los Juegos, que vinimos todos de los clubes de Italia, nos reunimos y vimos qué queríamos hacer. Cada uno en su club estaba muy bien. Era el momento más importante de la Selección, por su madurez humana y deportiva, para buscar ese objetivo. Trabajamos para eso, fuimos con una mentalidad ganadora muy fuerte y segura. Y lo logramos. Conseguimos la medalla, y más con Brasil, porque prácticamente no le habíamos ganado nunca en un torneo oficial. Ese partido fue larguísimo y emocionante. Creo que la Selección tocó el techo.

 ¿Cuál crees que fue la clave?

 La clave fue el trabajo y el nivel técnico e individual. La madurez del equipo. La importancia de entender a qué íbamos, que era estar en el podio. Nos agarró a todos en un momento de madurez humana y deportiva muy fuerte. Todos estábamos en Italia y en un buen nivel. Pensábamos y hablábamos de lo que se podía venir en Seúl. Lo veníamos masticando y analizando por meses porque sabíamos que podíamos.

 Ahora, a la distancia, ¿tomás conciencia de lo que lograron para el deporte argentino?

 Sí. Llegar a un podio es una situación muy importante. En ese momento lo valorás, pero cuando pasan los años, y a la distancia, lo valorás más todavía porque no se logró otra vez. Estamos con esperanza que se pueda volver a lograr. En Río estuvieron cerca, jugaron muy, muy bien. Estuvieron muy cerca, como nosotros en Sydney, que perdimos la medalla con Italia. Esta nueva generación en Río estuvo muy cerca. Jugaron una fase regular tremenda, saliendo primero. Tuvieron la mala suerte que en cuartos quedó Brasil, que luego fue campeón olímpico. Pero la Selección jugó muy bien. Estábamos esperanzados de que se podía. Falta poco para Tokio y muchos de esa Selección van a jugar, así que seguimos con muchas esperanzas de que puedan hacer algo importante.

Hugo Conte también formó parte del plantel que brilló en el Mundial de Argentina 82 (Foto Baires)Hugo Conte también formó parte del plantel que brilló en el Mundial de Argentina 82 (Foto Baires)

 ¿Te cambió algo en su vida la obtención de la medalla?

 En mi vida, nada. La felicidad de poder llegar a un logro tan importante, el tener la medalla, que es algo muy lindo, pero después no me cambió en algo. Sí la felicidad de tenerla, eso sin dudas.

 ¿Y al voley argentino?

— Le podría haber cambiado algo. En ese momento nunca se había ganado una medalla y hacía mucho tiempo que Argentina no ganaba una medalla a nivel equipo. En esos Juegos fuimos nosotros y (Gabriela) Sabatini en tenis. Como pasó con el Mundial de 82, no fue utilizado de forma positiva. Tuvimos algún presidente bueno, que venía con empuje y ganas de profesionalizar y darle calidad a la forma de trabajo, a los medios de trabajo, pero no en esos momentos.

 ¿Qué sentís al ver su imagen arriba del podio olímpico?

 Orgullo. Todo lo que hicimos para estar ahí… Recordás todo el esfuerzo, nuestras familias y los que que nos ayudaron para estar ahí. Un orgullo enorme de poder hacer las cosas bien desde lo deportivo y poder estar en un podio olímpico.

 Un partido clave dentro del torneo fue el que tuvieron con Brasil. ¿Qué cambió en ustedes para ganar ese juego?

 El año anterior le habíamos ganado en el preolímpico, pero lo de los Juegos tapó todo. Les ganamos en el clasificatorio a Seúl, un 3-0 impresionante. Se le ganó porque nuestra Selección subió muchísimo, estábamos en un nivel altísimo y Brasil estaba en un momento de recambio. Nosotros estábamos en auge, fuertes e instalados a nivel mundial. Creo que esa fue la diferencia.

 Si tuvieras que recordar a ese equipo con una anécdota, ¿cuál sería?

 Hay muchísimas anécdotas, pero me encanta recordar y revivir las sensaciones de estar en ese grupo. Íbamos para adelante, siempre. Ningún jugador te dejaba en el medio del camino. Quien jugara iba a dar el 100 por ciento. La confianza que teníamos en el de al lado era impresionante. Eso es lo que tengo muy presente de ese grupo. Esa son sensaciones fuertes, en un deporte donde no hay contacto y la pelota podés tocarla un segundo. El voley es distinto a otros deportes. No podés agarrar la pelota y hacer tu juego o decirle a alguien que esquive a tres rivales. Tenés que confiar mucho en tus compañeros.

Hugo Conte en el Cenard, un lugar que lo lleva a lindos recuerdos (Lihue althabe)Hugo Conte en el Cenard, un lugar que lo lleva a lindos recuerdos (Lihue althabe)

 De esa generación me llamaron la atención dos cosas. Una es que la mayoría de ustedes luego fueron entrenadores

 Muchos jugadores de esa camada fueron, y son, muy buenos entrenadores a nivel internacional. Quizá por la formación que tuvimos. Sohn, desde ese punto de vista, nos dejaba pensar mucho y participar mucho. Se hablaba mucho de técnica. No había tanto video. Era muy importante nuestra observación personal y ver cómo podíamos mejorar y copiar a los jugadores que nos gustaban técnica y tácticamente. Hoy tenés un staff que te lleva una carpeta con estadísticas y videos donde estudian todos los movimientos y qué hace un jugador en todas las situaciones. Nosotros no teníamos nada, sólo la lectura individual. Crecimos con eso, quizás eso pudo ser una de las razones por las que muchos siguen siendo entrenador. Yo fui entrenador 5 años en Italia. Varios siguen, y son muy buenos. Pero yo no me divertía. Yo me divertía jugando, era una pecera especial. Probé, pero no logré ese cambio, ese click. Busqué la forma, hablé con gente que lo hizo, pero yo no lo logré, y por eso dejé.

 El otro fenómeno es que varios de los hijos de esa camada juegan en la Selección argentina

 Nuestros hijos han jugado y juegan en la Selección. Mucho tiene que ver que el voley es muy familiero y muchos de estos chicos, cuando eran bebés, gateaban en el gimnasio y crecían con las pelotas de la cancha. Después de los partidos jugaban con nosotros. Fue una situación especial para los chicos, al estar en ese medio. No sé si pasa en otros deportes, pero en el voley pasa muchísimo. A mis 3 hijos, junto a mi señora Sonia, que también jugó en la Selección muchos años, les presentamos todos los deportes. Fueron a muchísimos, pero siguieron con el voley. Hoy sólo continúa Facundo, las dos chicas dejaron. Ellos no tuvieron presiones e hicieron lo que quisieron.

 En Sydney 2000 y Los Ángeles 84 estuvieron cerca de conseguir una medalla. ¿Qué crees que les faltó?

 En el 84 no tuvimos, quizá, la convicción que tuvimos en el 82, porque realmente jugamos unos Juegos muy buenos. Tuvimos dos o tres partidos muy fuertes con Estados Unidos, Corea y Brasil. En cierto punto era prohibitivo, porque después Estados Unidos y Brasil ganaron la medalla de plata y oro. Tenerlos en nuestra zona, más Corea, que también era potencia, nos llevó a no clasificar a semifinales. Jugamos de igual a igual y nos quedamos con un saber a querer algo más. Italia termina con la de bronce, y nosotros a Italia le ganábamos sin problema. Le habíamos ganado muchos partidos. Nos tocó una zona muy complicada, y del otro lado estaban Canadá, Japón e Italia, equipos que eran mucho más ganables.

En Sydney entramos en los cuartos en el último partido, entrando por la ventana por diferencia de sets con Corea. Jugamos en los cuartos contra Brasil, que sólo había perdido un set con España, y les ganamos 3 a 1 un partido histórico. Jugamos muy bien y convencidos de lo que estábamos haciendo, sabiendo que le podíamos jugar de igual a igual. Después vino Italia, que en ese momento era más fuerte que nosotros.

 ¿Qué reflexión te merece estar en el Salón de la Fama del voley?

 Lo del Salón de la Fama fue como la frutilla final de mi carrera. Fue el lugar más alto a nivel individual que podía formar parte. Obviamente esto es parte de los que me ayudaron a llegar a ese lugar, como mi familia, mis viejos, hermanos, mi esposa y mis hijos. Mis compañeros, todos los que jugaron conmigo. Waldo Kantor, que fue quien me armó y me levantó durante 20 años. En el voley vos podés jugar bien si te pasan bien la pelota. Yo lo veo muy simple como eso. En otro deporte te la pasan abajo, pero la agarrás y seguís tu juego. Acá te la pasan 20 centímetros corrido, y no es lo mismo. No es lo mismo rematar. Esos centímetros son una diferencia tremenda. Uno juega bien porque formás parte de un grupo, de un equipo. A nivel individual es el reconocimiento a una trayectoria, a una historia vivida y lo que dejé dentro de la cancha. Es un orgullo enorme, un placer gigantesco. Es muy lindo.

 ¿Cómo tomas el reconocimiento en la calle?

 El reconocimiento es algo que me gusta mucho, pero qué le queda a la gente que salva vidas o que te opera del corazón, sin saber si al otro día estás vivo vos o un ser querido. Esas son las cosas que yo valoro mucho. Valoro el afecto y me genera satisfacción recibirlo, pero un reconocimiento mayor tiene que ser para la gente que hace cosas más importantes, como las que salvan vidas, y más en este momento. Hay que aplaudirlos. Hay que seguir dándoles el apoyo.

Hugo Conte analizó el presente de su hijo Facundo y de la selección de voley de cara a los Juegos Olímpicos de Tokio (Nicolás Stulberg)Hugo Conte analizó el presente de su hijo Facundo y de la selección de voley de cara a los Juegos Olímpicos de Tokio (Nicolás Stulberg)

 ¿Cómo ves al plantel actual de cara a los Juegos Olímpicos de Tokio 2020?

 Los veo muy bien, bárbaro. Clasificaron de manera excelente, venían con una muy buena World League en 2019 y una buena clasificación. El año pasado no jugaron nada, pero este año hicieron unas buenas temporadas a nivel individual. Con los entrenamientos y el trabajo pueden llegar muy bien a Tokio. Sabemos que es un momento especial, raro, diferente. Van a jugar la Liga de las Naciones en Italia, y no será fácil. Marcelo Méndez tendrá un trabajo muy importante para dosificar todo esto. Pero él es un entrenador muy capaz e inteligente. Los veo con esperanzas de hacer un buen juego

 ¿Crees que la pandemia pudo cortarles ese envión?

 El envión seguramente se cortó, pero como para todo el planeta. Argentina venía muy bien, tenía un año excelente y terminó jugando muy bien también la Copa del Mundo, sin todos sus jugadores del Preolímpico. Ahora se retomó la actividad y jugaron en sus ligas y lo hicieron bien. Esta temporada, COVID de por medio, todos pudieron desarrollar sus campeonatos. Creo que están todos en la misma condición

 Y a Facundo en particular, ¿cómo lo ves?

 Volvió a jugar en Sada este año, e increíblemente quedaron fuera en los cuartos de final. Ellos creían que podían llegar a la final ante Taubaté. Hizo una buena temporada. Como todos los jugadores tuvo momentos más arriba o más abajo, según la recuperación de la pandemia. A todos les cortó un poco volver. Facundo es un jugador bastante técnico y dócil con la pelota, desde ese punto de vista no tuvo problema, pero si desde lo físico para estar al 100 por ciento. Fue un momento muy raro. Todo el mundo tuvo que aprender a sobrellevar este tipo de cosas. Hablé con muchos jugadores que me dijeron que debían aprender a jugar sin público. Es muy fuerte desde lo psicológico. Uno juega muchos amistosos, pero vas a jugar sin tener la adrenalina al 100 por ciento porque no están los puntos ni la gente. Pensás en mejorar situaciones, y acá la sensación era similar, pero jugando por puntos. Los jugadores tienen que prepararse mentalmente. Muchos festejaban los puntos y se miraban como, ‘uh me escuchan todos’. Hay jugadores sanguíneos que necesitan de esa adrenalina, y no la tienen. La tienen que generar por otro lado.

 Argentina enfrentará en Tokio a Brasil, Rusia, Túnez, Estados Unidos y Francia. ¿Qué análisis haces del grupo?

 Te puede tocar una zona un poco más fácil, que te puede dar una posibilidad, o pensar que con tal equipo tenés más chances de ganar, pero todos son fuertes. Tanto los de Argentina como los del otro grupo. Tenés que jugar muy bien desde el primer partido. En Rio la rompieron desde el primer partido, y Brasil, que entró por la ventana, salió campeón olímpico. A nosotros nos pasó algo similar en Sydney. Todos los partidos tenés que jugar lo mejor posible y siempre tratar de sumar.

 Esta camada de deportistas llegó a obtener el diploma olímpico. ¿Qué les falta para dar el salto?

 Decir algo que falta es muy difícil. Quizá el momento. Estuvieron muy cerca. Desde la convicción y lo que demostraban en la cancha, creo que fue Rio. Y estuvieron muy cerca de lograrlo. Estuve transmitiendo los partidos, y las sensaciones eran muy fuertes. Sentimos que ese iba a ser el momento. Estaban jugando muy bien. Era un voley hermoso, y físicamente estaban bárbaros. Todo hacía creer que iba a ser el momento. En el voley hay 16 ó 20 equipos donde no todos le ganan a cualquiera, pero si los 5 primeros se relajan un poco, pueden perder con el 20. Creció muchísimo el nivel y es muy difícil predecir lo que puede pasar. El nivel es muy parejo.

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