Villa Itatí: Radiografía de un barrio donde el COVID-19 convive con el hambre, la desigualdad social y un Estado muchas veces ausente

La fila de gente, con distancia social mediante, se organiza en la Plaza Papa Francisco, cerca de lo que podemos denominar el límite entre Villa Azul y Villa Itatí. A cincuenta minutos de La Plata, una de las zonas más pobres del conurbano, uno de los riñones de Quilmes más afectados por la pandemia del COVID-19.

Allí la gente, en su mayoría changueros, empleadas domésticas, chicos del barrio, esperan su turno para realizarse un hisopado.  Frente a ellos un camión municipal del operativo DETeCTAr (Dispositivo Estratégico de Testeo para Coronavirus en Terreno de Argentina), dentro de los cuales los médicos realizan las preguntas de rutina, en donde se anotan no sólo la posibilidad de presentar síntomas sino, además, sobre cómo y cuáles fueron los contactos con vecinos y familiares de los últimos días.

Es que en Villa Itatí, la alarma se puso en “amarillo” cuando el Gobierno dispuso el estricto aislamiento del barrio lindero, donde ya hay al menos 94 contagios y otros cien testeos a la espera de sus resultados.

Entre sus calles, organizaciones sociales son el nexo entre Municipio y vecino, para que el relevamiento organizado por las autoridades tenga un alto acatamiento y no se desborde el pico de contagios.  Ellos, acaso, conocen como nadie las entrañas del barrio. Tienen en sus pies horas de caminar esas arterias y en sus ojos se ha visto reflejada una cruel realidad que no es nueva, que lleva años de gestación, la cual ahora se encuentra en su punto, quizás, más crítico.

En CincoDias dialogamos con dos referentes, que conocen a los vecinos, las deficiencias que existen, las carencias de todo tipo que reina en la zona y la ausencia muchas veces del Estado. Narran, en primera persona, como es vivir en un barrio vulnerable en medio de un conflicto sanitario, de una magnitud tal como pocas veces visto en el mundo.

Itati Tedeschi, es hija de un desaparecido, referente del barrio y forma parte de una Organización Social  con años de presencia en la Villa.  Llevan adelante una tarea de asistencia y seguimiento del vecindario.  Es una de las pocas que, ante la presencia del coronavirus, continúan cocinando y otorgando comida a los vecinos.  “Si bien antes dábamos la cena, ahora sólo llegamos a una merienda más abundante” explica y detalla “no cocinamos a la noche porque las otras Organizaciones han dejado de trabajar para ayudar en el aislamiento, entonces debíamos absorber gran parte de los vecinos que ellos atendían y no damos abasto”.

La primera impresión, a pocos días de comenzados los testeos en la zona, es que “si bien estamos en alerta amarilla, si comparamos los positivos con el total de gente que habita, el panorama aun no es crítico. Alarmante sí, pero no crítico” confiesa.

Por lo que pudo apreciar los focos de contagio son “en el perímetro del barrio, no en el interior. Sería en las cercanías a Azul, sobre todo donde han dado los primeros casos positivos”.  Esto se debe, según su mirada, “a que muchas personas comparten trabajos, amistades e incluso familia entre los barrios. Por caso hay cartoneros de Azul que han trabajado aquí, y muchos de los de Itatí también han ido al galpón que se encuentra en el barrio de ellos”.

 

Itatí, narra que lo sucedido con los vecinos ha permitido tomar más conciencia entre la gente “lo veían lejano quizás, como que no llegaría a pasar nada” refiere.  Entonces surge la problemática de la prevención, la información y la concientización, a veces escasa, que ocurre en la Villa donde ayuda: “Logramos evitar las juntadas en las esquinas, que los pibes no compartan las gaseosas o la cerveza, incluso que las familias no compartan el mate” manifiesta y añade que “la falencia está en que hay que  bajar al llano la información, que los pibes vean que lo que hacen todos los días sin darse cuenta, está mal, que puede afectarlos.  Creen que el fútbol se suspendió porque el problema era la gente y la tribuna y no el roce entre los jugadores, por eso seguían jugando en la esquina o la plaza.  Con los pibes que consumen paco, por caso, si se lo agarra uno se lo agarran todos, porque comparten la pipa.  Es complejo este tipo de situaciones que se viven en este tipo de barrios” manifestó.

La higiene y la falta de insumos es otra de las problemáticas que hay que sortear día a día, pero no ahora, sino desde siempre.  “En varias zonas del barrio no hay agua – detalla- nosotros podemos conseguir donaciones de agua mineral, pero no van a usar agua mineral para bañarse o lavar la casa, entonces tenemos una dificultad.  Existe un 30% en donde las viviendas son de chapas,  ni siquiera tienen piso de cemento, son de tierra, entonces cuando pasa la Municipalidad tirando lavandina, eso no ayuda, porque hace barro dentro de la casa.  Esas problemáticas son constantes y viene de hacen años” enumera Itatí.

La comida y el hambre de la sociedad no es un tema menor. Pega tan duro y a diario tanto o más que cualquier otro virus que pueda asechar el orbe. “Nosotros realizamos lo que llamamos una “Mesa de Organización” sin participación del municipio, sólo con las organizaciones barriales que trabajamos acá en la Villa y decidimos ir semana a semana.  Porque debemos seguir cocinando porque la gente depende de las ollas populares para poder alimentarse.  Si bien en algunos otros barrios han decidio entregar el bolsón, para nosotros no funciona con todos.  Acá tenemos vecinos sin garrafas, sin electricidad para sus mecheros eléctricos ¿Cómo cocina entonces? Por eso decidimos mantener la cocina abierta, con protocolos para no aglomerar gente, entregando viandas descartables para evitar las colas, pero funcionando” manifiesta.

Por último aprovecha para pedir al Municipio que no dejen de escuchar a las Organizaciones que trabajan a diario en los barrios vulnerables. “La gente nos tiene más confianza, nos escuchan y entienden cuando les explicamos que vayan a realizar el hisopado.  No a todo el mundo ellos escuchan, porque saben que los gobiernos pasan pero nosotros estamos siempre.  Eso lo valoran.  Incluso pedimos ser nosotros quienes podamos ir a comunicar los positivos a las familias y ayudar con el acompañamiento, es un trabajo duro, hay mucha vergüenza de ser estigmatizado.  Eso cuesta a los funcionarios entender. El municipio necesita de las organizaciones porque solo no va a poder” sentencia.

Otras de las caras anónimas que caminan Villa Itatí, que acompañaron el relevamiento, es María Eugenia Suarez, del sector de Promotores de Salud de la Organización Corriente Clasista Combativa.  Junto a otros compañeros se hicieron participe con el Municipio de Quilmes en estas jornadas de trabajo.  Ella coincide con el concepto de “confianza” que generan en el vecino “llevamos años trabajando acá en la zona, eso facilita la comprensión del vecino cuando hablamos o le explicamos los protocolos a seguir, nos entienden y hay gran predisposición en general”.

La situación crítica del barrio no es un tema que escapa a su análisis “La realidad de los servicios es terrible. Itatí es muy grande, con sectores muy pobres. En general lo que es estructura y servicios es gravísima. Muchos de ellos no tienen agua, no hay luz.  Ni hablar de los insumos de higiene, si bien el municipio colaboró estos días, no alcanzan.  Muchas veces los propios vecinos nos piden a nosotros que los ayudemos porque no tenían insumos de limpieza”.

 

Comparar a Villa Itatí con sus vecinos cercanos de Azul es casi imposible. Fundamentalmente por la densidad de población de una y otros “No podemos ni pensar en aislarlos como pasó en Azul” relata Eugenia y agrega “Es algo inviable, porque acá viven alrededor de 15 mil personas, es mucho más grande”.  Esto sumado a que, según un relevamiento hecho por su organización, “Los vecinos no están de acuerdo en que se haga lo mismo, y coincidimos con ellos.  Creo que acá es fundamental el diálogo y que la gobernación entienda que debemos ser un nexo, porque no se puede tomar medidas unilaterales en estos casos”.

Las condiciones de vida, la escases de recursos, la falta de una focalización distintiva en cuanto a las formas de informar métodos de prevención son algunas de las falencias que Eugenia también detecta “Es que acá no se puede aplicar un método que si puede utilizarse en la Ciudad por ejemplo.  Acá lograr que se haga un aislamiento estricto en una casa donde conviven entre 8 y 10 personas es imposible.  En algunos casos no hay televisión siquiera, no tienen muchos medios de información para poder prevenir o entender de qué se trata.  Es complejo poder analizar el trabajo a realizar sino se tiene conocimiento de las realidades particulares del barrio” narra.

Por último especificó que desde Corriente Combativa tienen una estructura que abarca mucho más allá de Villa Itatí, “estamos presentes en merenderos a lo largo Quilmes” incluso remarcó “estamos enfocados en coronavirus pero también en el dengue, que no hay que perderlo de vista, porque tenemos muchos casos también”.

 

La realidad de Itatí refleja, en parte, la de muchos barrios vulnerables donde el COVID-19 entra sin pedir permiso y se choca de frente con muchas otras “crisis” que habitaban la zona mucho antes.  No es la “novedad” entre los vecinos, sino un escollo más que sortear.  Una piedra más en un camino que, era ya, sinuoso y complejo.  Allí mucho antes de este virus habían acampado el hambre, la desigualdad, la injusticia social, la falta de sanidad, un mundo de necesidades básicas insatisfechas y gente luchando con la adversidad.  Acaso la pandemia puede implicar peligrosidad pero no monopolizar una crisis que presentaba ya varios actores que ostentan los “derechos de exclusividad”.  

Una vez más la dificultad encuentra en Organizaciones Sociales varias un frente de batalla, tristemente, acostumbrado a luchar contra la adversidad.  Quizás, en una mirada positiva, podemos pensar que esto fue el empujón necesario para correr un velo que ocultaba una realidad que siempre escapó a los ojos de quienes deben tomar las decisiones que cambien el rumbo.

Bien lo dijo el presidente Alberto Fernández hace pocas semanas «La pandemia dejó en evidencia la desigualdad del país».  Ojala sea éste el momento indiciado para reencausar las cosas.  Que cuando se vaya el virus también lo hagan las hostilidades reinantes en cada barrio vulnerable del país.  Que aquello que completó el discurso presidencial de “no dejar pasar la oportunidad de construir un país más justo” no sea solo una frase más y se convierta en la realidad que, ya no solo los vecinos de Villa Itatí, sueñan y merecen ver, sino la de todo el pueblo argentino.

 

 

Para #CincoDias por Juan Jose Postararo

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