Emergencia sanitaria, maltratos y superpoderes

La muerte el último fin de semana de los referentes sociales de la Villa 31 Ramona Medina y Víctor Giracoy, víctimas de coronavirus, colmó el vaso de la indignación de los vecinos porteños más postergados, que lograron elevar a las primeras planas de los medios su reclamo por la ausencia de respaldo del gobierno de Rodríguez Larreta, la falta de infraestructuras, red de agua potable y de los insumos más básicos, sumadas a otras carencias arrastradas por años y acentuadas en el contexto de la pandemia global.

Pero el panorama porteño en relación a los barrios populares solamente empeora, como lo demuestran las recientes denuncias de malos tratos por parte de vecinos de la villa 21-24 Núcleo Habitacional y núcleo Transitorio Zavaleta de Barracas, en la implementación del programa DETeCTar (Dispositivo Estratégico de Testeo para Coronavirus en Terreno de Argentina) por parte del gobierno de la Ciudad.

En la villa 21-24, la más poblada de CABA con 70 mil residentes, se acumularon reclamos en igual sentido a los de las villas de Retiro y Bajo Flores, sobre las deficiencias del operativo y del mal manejo del protocolo de la pandemia en general. 

“Hay sectores de la villa 21-24 que, al igual que en Retiro, están sin agua desde hace dos años y medio y sin luz casi noche de por medio. Las reuniones con el ministerio de Desarrollo Social y Hábitat y el de Salud del gobierno porteño siempre terminan en ‘veremos qué vamos a hacer’ o ‘estamos evaluando’, sin aportar soluciones concretas a problemas urgentes que se ven agravados ahora por la circulación en el barrio del coronavirus”, advirtió Eugenia Nogueira, del Comedor Comunitario “Sin Fronteras”, en el sector San Blas de la Villa 21-24.

“La realidad es que al llegar el DETeCTar explotó la detección de la cantidad de casos, pasando en cuestión de horas de 9 a 42, incluyendo a 5 operarios que trabajaban en la red de agua en el sector Tierra Amarilla, y centenares de nuevas sospechas de contagios. A la vez se nota el mal manejo del programa y la imposición de protocolos sin el menor conocimiento territorial. Por ejemplo, la exigencia de medidas de higiene y distanciamiento social en viviendas con familias numerosas y hacinamiento, en los que escasea el agua y no se proveen elementos de limpieza y prevención básicos como lavandina, jabón y tapabocas”, prosiguió.

“Exigen medidas sanitarias que ellos mismos no cumplen en el Centro de Salud (CeSac) o con las personas a la espera de los resultados de las pruebas de coronavirus en la Casa de la Cultura, que fue supuestamente acondicionada para los testeos y donde se multiplican los casos de maltratos y exposición al contagio para grupos de riesgo”, detalló Nogueira.

“Dentro del operativo el ministerio de Salud de la Nación solamente dispone el personal médico que realiza hisopados y testeos, mientras que toda la parte operativa, que es lo que está fallando, es responsabilidad del gobierno de la Ciudad. Las demoras son terribles, a algunos casos sospechosos se los hace volver a sus casas y retornar al día siguiente, con todo lo que eso significa en la condiciones de vida de la villa. O sino se sube a personas con casos por confirmar a dar vueltas todos juntos en un micro cerrado durante dos horas, hasta que por fin determinan su destino de aislamiento preventivo. Personas de grupos de riesgo, pibes que no habían ni tomado la leche y personas vulnerables quedaron expuestas a esta desorganización, a lo que se sumó la falta de información para los familiares cuando se traslada a alguna persona”, amplió la denuncia de la referente.

LA CONTUNDENCIA DE LAS CIFRAS

El distrito más rico del país es a la vez el que presenta mayores casos de contagios diarios como una tendencia firme y hasta el 19 de mayo, según cifras oficiales del Gobierno de la Ciudad, los barrios populares llevan la peor parte de la situación con más del 40% de los casos positivos en la Ciudad, cuando en proporción su población representa cerca del 10% del total de porteños y porteñas.

Las cifras del 19 de mayo marcaron un nuevo récord a nivel nacional cuando 438 personas dieron positivo al test de Covid-19 y los infectados en el país llegaron a 8809. También se confirmaron nueve muertes y el total a nivel país de víctimas fatales llegó a 393.

En CABA, en tanto, sobre 3566 contagios, lo que suma el 40,5% del total nacional,  las villas registraron 1551 casos positivos, con 1045 en Villa 31, 427 en la 1-11-14 de Bajo Flores, 47 en la villa 21-24 Núcleo Habitacional y núcleo Transitorio Zavaleta de Barracas (con un aumento fuerte de nuevos casos en los dos últimos días), 12 en la Villa 15,  9 en la Villa 20, y al menos 4 en Cildañez, 3 en Rodrigo Bueno, 2 en Ramón Carrillo y un caso en Inta y Barrio Fátima.

Los fallecidos en villas y asentamientos porteños suman, hasta el momento, 15, pero según datos conservadores hay 471 casos sospechosos, con una tendencia ascendente.

Un elemento determinante debe observarse con atención: en las dos últimas semanas los casos de Covid-19 en barrios populares de CABA se quintuplicaron, mientras el pico de avance de la enfermedad permanece todavía incierto.  Es más, cada día se quiebra la marca en CABA de la mayor cantidad de contagios para una misma jornada.

Por último, fuentes oficiales confirmaron a la fecha la circulación del coronavirus en al menos 24 residencias para adultos mayores de CABA con cerca de 190 infectados y al menos 46 fallecidos, en otro foco prevenible de contagios que permanece activado.

LAS Y LOS QUE PONEN EL CUERPO

“En los barrios vulnerables las organizaciones sociales somos las que aguantamos los trapos, los que ponemos el cuerpo siempre y ahora con riesgo de vida en la pandemia. Las que trabajamos en las villas porteñas en comedores ‘bajo programa’ del Gobierno de la Ciudad somos voluntarias y voluntarios que no cobramos sueldo ni tenemos derechos sociales y laborales como una ART, mientras cumplimos, por compromiso nuestro, con roles que son responsabilidades estatales, encima bajo exigencias permanentes”, contó Claudia Franco, referente de la Villa 21-24 y responsable del comedor “Color Esperanza”, en el sector de Tierra Amarilla, uno de los más postergados.

“Tierra Amarilla tiene siete manzanas, con unas 125 casas aproximadamente en cada una de ellas, las familias tienen 4, 6 u 8 hijos hacinados en espacios mínimos y el agua de red llega solamente entre las tres y las siete de la mañana por falta de infraestructura interna que es responsabilidad del gobierno porteño. Hay que levantarse y acumularla a esa hora para limpiar y cocinar durante el día. Aysa construyó la red de distribución principal pero llega solamente a los bordes del barrio. Y en estas condiciones nos exigen estrictos protocolos”, agregó.

Con el coronavirus la necesidad económica hizo que se sumaran en las villas porteñas a los comedores ‘bajo programa’ y a los que responden a organizaciones sociales, ollas populares autogestionadas por los propios vecinos, con el consiguiente riesgo sanitario. El aumento de contagios está llevando al cierre de muchas de estas bocas de expendio de alimentos por el temor creciente ante el avance de los casos

“Acá uno de los problemas es la gente que ‘yira’ todo el día por el barrio para conseguir comida y mercadería, así como las personas en situación de calle, que funcionan como perfectos vectores del virus transitando cuadras y cuadras en busca de sustento. Una bomba de tiempo, un verdadero desastre. En nuestro comedor tenemos 120 raciones diarias y somos el único en Tierra Amarilla que funciona por las noches, desde la emergencia el gobierno de la Ciudad autorizó solamente el aumento de 10 raciones, esto es más o menos un kilo más de productos por ingrediente de las comidas”, contó.

“Hablar con la gente de Desarrollo Humano y Hábitat porteño resulta muy complicado. Desconocen completamente el territorio y elaboran planes y protocolos sin consultar las necesidades reales de los vecinos. El 6 de abril fue la única vez que se presentaron en el comedor con dos frasquitos de alcohol en gel de los chiquitos y después de eso fue una lucha de todos los días conseguir envíos espaciados de lavandina, detergente, guantes y repelentes de mosquitos, porque acá además del coronavirus aprieta el dengue”, agregó Franco.

“Somos ciudadanos de segunda y, por ejemplo, para ahorrar, el gobierno porteño está prolongando los menús de verano como el medallón con lechuga y tomate, ahora que hace falta comida caliente y más nutritiva. O sino alguna nutricionista que no tiene idea de los hábitos alimenticios y culturales populares se descuelga desde su oficina con recetas que después resultan muy difíciles de darles especialmente a los más chicos, por falta de costumbre. No tienen la menor idea sobre cómo se vive en nuestros barrios, de los códigos, de nada y tampoco consultan jamás para aprender o coordinar y así distribuir los presupuestos como corresponde. Nuestro comedor, para ser claros, tiene actualmente asignados $5760 semestrales para infraestructura, cuando una garrafa se paga a $500”, concluyó.

SUPERPODERES,  ¿PARA QUÉ?

Mientras tanto, Rodríguez Larreta, ahora investido con “superpoderes”, sigue mirando hacia otro lado y prosigue con el ajuste a la inversión para los sectores más vulnerables, con una reciente reducción del 16% del presupuesto para comedores barriales, en plena pandemia y sin someterse a controles serios del destino de fondos, tal como lo reclamara públicamente la Auditoría de la Ciudad de Buenos Aires.

El hambre y las necesidades no esperan en los barrios populares porteños que avanzan hacia un estado de emergencia sanitaria no declarada. Cualquiera que tenga la buena fe de indagar en el territorio sobre las condiciones actuales en los barrios vulnerables se encontrará con testimonios similares a los que aquí exponemos sin más agregados que los mismos hechos.

“Recibí a Nacho Levy de La Poderosa para que me cuente sobre la situación de los barrios populares porteños ante el avance de la pandemia. A todos nos ha dolido la muerte de Ramona Medina. Debemos trabajar juntos para mitigar los problemas de los sectores sociales vulnerables”, publicó en Twitter el presidente Alberto Fernández, junto con la foto de Levy, al que recibió el martes junto con el legislador porteño del Frente de Todos, Leandro Santoro.

Tal vez la mayor paradoja del trato de la gestión porteña como “gueto” hacia las villas y asentamientos se produzca en un escenario de agravamiento de la situación epidemiológica en el distrito más rico del país: el Covid-19 no discrimina para el contagio a ningún exponente de la especie humana, aunque, como lo demuestran las cifras, castiga en mayor número a quienes padecen las peores condiciones de vida.

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