Pese la arenga de Guzmán, entre enero y abril los pesos perdieron entre 30 y 70 puntos porcentuales frente a la compra de dólares

Aquellos ahorristas que confiaron sus ahorros al peso se vieron nuevamente decepcionados

Si se analiza el rendimiento de inversiones en pesos como el plazo fijo a 30 días e inversiones en la bolsa argentina (S&P Merval) vemos que los rendimientos fueron magros o negativos. En cuanto al primer instrumento, apenas pudo empatarle a la inflación acumulada en los primeros cuatro meses obteniendo un rendimiento del 10%, mientras que el segundo tuvo rendimientos nominales negativos (-23%). En cambio, aquel ahorrista que compró dólares en enero, tuvo un incremento de sus ahorros del 47% si miramos el Dólar Contado con Liquidación (CCL) o del 57% si miramos el dólar blue.

Ahorrar en dólares es una práctica lógica en un país que no tiene moneda y la inflación no da señales de desacelerarse en el futuro cercano. Cabe sumar el perjuicio que causan las políticas económicas que tratan de fijar bajas tasas de interés para plazos fijos o inversiones en moneda local. Esto implica que quien ahorra en esos instrumentos al final, termina comprando menos que cuando los colocó. Lamentablemente, el Banco Central y el gobierno muestran una fuerte tendencia a este tipo de estrategias y determinan que quién opta por quedarse en pesos debe perder parte del sacrificio realizado para juntar esos ahorros.

Argentina ya pasó por dos hiperinflaciones y 5 monedas. En el camino, desde 1970 se perdieron 13 ceros. Esto los argentinos lo saben y por eso deciden guardar sus ahorros en una moneda distinta, en este caso el dólar. Hace unos días se viene debatiendo en redes sociales acerca de que los argentinos tienen que ahorrar en pesos por una cuestión nacionalista y “patriótica”. Esta percepción del ahorro argentino es una falta de respeto para todos los argentinos que lo único que buscan es preservar el valor del fruto de su trabajo.

Si los políticos y economistas quieren que los argentinos se “pesifiquen”, es decir que respeten el peso y quieran ahorrar en él, deberían evitar desvalorizarlo para financiar gastos excesivos o políticas económicas absurdas.

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