Opinión| Por qué Argentina ya salvó al fútbol por Esteban Bekerman

El dato habla por sí solo: el único país del mundo donde desde 1893 se juegan campeonatos de fútbol oficiales ininterrumpidamente es la Argentina. Sí: no existe otro lugar en el planeta que en todos y cada uno de los últimos 129 años haya sido escenario de competencias futbolísticas de carácter oficial. Y así como demuestra lo que es el fútbol para los argentinos, este récord deja en claro mucho más lo que Argentina representa para el fútbol.

Por supuesto, semejante marca no es suficiente para explicar la trascendencia que el fútbol argentino tiene y ha tenido siempre a nivel mundial. Pero sí sirve para entender que esa importancia viene de muy lejos en el tiempo. O que sólo remontándose a bastante más de un siglo atrás será posible comprender cabalmente no sólo el prestigio, sino también la función catalizadora de culturas que la Argentina ha tenido desde antes que cualquier otro país en el ámbito futbolístico.

Es en ese rol de precursor en la mixtura de características y la generación de nuevos estilos de juego, justamente, que debe buscarse el primer aporte hecho por el fútbol argentino al desarrollo mundial de este deporte. Una contribución tal vez mayor, incluso, a la nada desdeñable y mucho más conocida que la Argentina hizo a ello dando a luz a figuras como Alfredo Di Stéfano, Diego Maradona y Lionel Messi.

Para que quede más claro: Di Stéfano no hubiese seguramente sido quien fue si no hubiera habido ya en esos albores del fútbol argentino un Jorge Brown, que jugaba indistintamente de centro delantero o de zaguero central y de quien se decía que practicaba el «scientific football» por cómo salía jugando de abajo en épocas de juego rústico y desmañado.

No hubiera habido quizás asimismo un Maradona de no haber existido un Arnoldo Watson Hutton, acaso el primer gran gambeteador de estas tierras. Y posiblemente no hubiese surgido de Rosario un Messi de no haber aparecido allí ya en 1903 José «Pinoto» Viale, aquel wing izquierdo indescifrable al que seis años después los ingleses del Tottenham Hotspur quisieron llevarse para convertirlo en profesional, y que prefirió seguir luciendo esa divisa roja y negra que muchos años después Leo luciría en los torneos infantiles de la Asociación Rosarina.

De esa grandeza hay que hablar cuando se habla de fútbol argentino: de una que viene del fondo de los tiempos y no sólo de los años ’40, ’70 o de este siglo XXI. De un fútbol que ya en esos comienzos de su práctica oficial en el país tomó lo mejor del viejo, pragmático y disciplinado estilo británico y lo fundió con la picardía y la alegría de vivir propia de estas tierras, para hacer de este deporte el más lindo del mundo. De un país que salvó al fútbol.

Por Esteban Bekerman: Periodista, docente de Historia del Fútbol del Círculo de Periodistas Deportivos y fundador de Entre Tiempos (www.entretiempos.com.ar). Columnista de Bibol.la

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