¿Quién fue Artémides Zatti?, el tercer «santo» argentino (videos)

Zatti había sido beatificado por el papa Juan Pablo II en abril de 2002. Se le atribuye la curación milagrosa de gangrena del seminarista Carlos Bosio, inspector salesiano en Rosario.

Mas conocido como “el enfermero santo de la Patagonia o el enfermero de los pobres” Artémides Zatti será declarado santo por el Papa Francisco y se convertirá en el segundo argentino canonizado luego del Cura Brochero.

En abril de 2002 Zatti fue beatificado por el papa Juan Pablo II por un milagro que lograron confirmar dos años antes los médicos de la Sagrada Congregación de los Santos en Roma quienes avalaron la curación milagrosa

Zatti había sido en abril de 2002, quienes dieron por válida la curación milagrosa de gangrena del seminarista Carlos Bosio, inspector salesiano en Rosario.

En 1976, el «Pariente de los Pobres», como también lo llamaban, comenzaba su camino de santidad por la Conferencia Episcopal Argentina, luego que en 1980 fuera declarado Siervo de Dios, y venerable el 17 de julio de 1997.

Dirigió el hospital salesiano San José, que se erigía en el mismo lugar donde hoy se edifica el obispado de Viedma, y alcanzó a trabajar unos pocos años en el nuevo nosocomio, que con absoluta justicia lleva su nombre.

Tras varios días de agonía, Zatti murió un 15 de marzo de 1951. Dedicó sus últimos 50 años de su vida a ayudar a los enfermos de la capital rionegrina, lugar que eligió para vivir y morir. Murió de tuberculosis, la misma enfermedad que tuvo otro santo patagónico Ceferino Namuncurá.

Sus origenes

Artémides Zatti nació en  (Reggio Emilia) el 12 de octubre de 1880. Su familia decidió emigrar a la Argentina en 1897 debido a la gran pobreza que padecian, estableciéndose en Bahía Blanca.

El joven Artémides comenzó enseguida a frecuentar una parroquia dirigida por Salesianos, encontrando en el párroco don Carlos Cavalli su director espiritual. Fue éste quien lo orientó hacia la vida salesiana, y tenía 20 años cuando entró en el aspirantado de Bernal.

Asistiendo a un joven sacerdote enfermo de tuberculosis, contrajo tuberculosis. Desde la congregación le ofrecieron la Casa salesiana de Viedma, donde había un hospital misionero con un enfermero salesiano que hacía prácticamente de “médico”: el padre Evasio Garrone.

El cura invitó a Artémides a rezar a María Auxiliadora para obtener la curación y le sugirió que hiciera esta promesa: «Si Ella te cura, tu te dedicarás toda la vida a estos enfermos». Artémides luego se curó misteriosamente, renunció al sacerdocio y se consagró totalmente al Hospital, donde en un primer momento se ocupó de la farmacia, pero cuando en 1913 murió el Padre Garrone, asumió toda la responsabilidad del hospital.

Fue en efecto vicedirector, administrador, enfermero apreciado por todos los enfermos y por todo el personal sanitario, que poco a poco le fue dando mayor libertad de acción.

Su servicio no se limitaba al hospital sino que se extendía a toda la ciudad, y hasta a las dos localidades situadas en las orillas del río Negro: Viedma y Patagones.

En 1950, el infatigable enfermero cayó de una escalera y fue en esa ocasión cuando se manifestaron los síntomas de un cáncer que él mismo diagnosticó.

Continuó, sin embargo, cuidando de su misión todavía un año más, hasta que tras sufrimientos heroicamente aceptados, murió el 15 de marzo de 1951 con total conocimiento, rodeado del afecto y del agradecimiento de toda la población.

«Creí, prometí, curé», fue su frase de cabecera para explicar su inmersión en el mundo de la fe y el cuidado de los necesitados. Según las crónicas sobre su actividad, recorría en bicicleta los pueblos y localidades vecinas para llevar ayuda y medicamentos.

El Milagro

Zatti, que había sido declarado beato por Juan Pablo II en 2022, será canonizado luego de que se reconociera el milagro logrado a través de su intercesión en la curación de un hombre que sanó de un «ictus isquémico cerebeloso derecho, complicado con lesión hemorrágica voluminosa», en agosto de 2016 en Lipa, Filipinas.

El milagro, sin explicación médica según el informe del tribunal canónico que lo aprobó, se dio con la curación repentina del paciente que ya había sido trasladado a su domicilio para pasar sus últimas horas con sus familiares luego de estar internado más de diez días por una hemorragia cerebral.

La Santa Sede atribuye al hermano del paciente, también salesiano, el rezo a Zatti que derivó en el milagro por el cual el «enfermero de los pobres» será declarado Santo.

Finalmente, El papa Francisco proclamó este domingo santo al enfermero ítalo-argentino, en una ceremonia en la que convocó a no separar el mundo «en buenos y malos» y a superar «muros de división».

«Declaramos y definimos santos a los beatos Juan Bautista Scalabrini y Artémides Zatti y los inscribimos en el registro de los Santos, estableciendo que en toda la Iglesia sean devotamente honorados entre los Santos», sostuvo Francisco a las 10.30 de Roma (5.30 de Argentina) al anunciar durante una misa en la Plaza San Pedro la proclamación oficial del enfermero y del sacerdote italiano también canonizado en la misma jornada.

«Los dos santos canonizados hoy nos recuerdan la importancia de caminar juntos y de saber dar las gracias», planteó el Papa.

Para Francisco, «el hermano salesiano Artémides Zatti fue un ejemplo vivo de gratitud», según afirmó durante la homilía en la misa en la que inscribió al «pariente de todos los pobres» como un nuevo santo .

«Curado de la tuberculosis, dedicó toda su vida a saciar las necesidades de los demás, a cuidar a los enfermos con amor y ternura. Se dice que lo vieron cargarse sobre la espalda el cadáver de uno de sus pacientes», recordó Jorge Bergoglio al canonizar a Zatti.

«Lleno de gratitud por lo que había recibido, quiso manifestar su acción de gracias asumiendo las heridas de los demás», enfatizó Francisco.

En ese marco, la biografía oficial de Zatti divulgada hoy por el Vaticano lo recuerda como alguien que «para atender a los enfermos en su domicilio recorría la ciudad en bicicleta e, incluso, cruzaba Río Negro para llegar a Patagones».

«Recemos para que estos santos hermanos nuestros nos ayuden a caminar juntos, sin muros de división; y a cultivar esa nobleza de espíritu tan agradable a Dios que es la gratitud», llamó luego el pontífice.

Durante su homilía, el Papa convocó a los fieles a comprobar «si en nuestra vida, en nuestras familias, en los lugares donde trabajamos y que frecuentamos cada día, somos capaces de caminar junto a los demás, de escuchar, de vencer la tentación de atrincherarnos en nuestra autorreferencialidad y de pensar sólo en nuestras propias necesidades».

«Preguntémonos hasta qué punto somos realmente comunidades abiertas y que incluyen a todos; si somos capaces de trabajar juntos, sacerdotes y laicos, al servicio del Evangelio; si tenemos una actitud de acogida, no sólo con palabras, sino con gestos concretos, hacia los que están alejados y hacia todos los que se acercan a nosotros, sintiéndose inadecuados a causa de sus complicadas trayectorias de vida», dijo luego.

«¿Los hacemos sentir parte de la comunidad o los excluimos?», se preguntó el pontífice durante la ceremonia en la que estuvieron presentes la gobernadora de Río Negro, Arabela Carreras, y el secretario de Culto, Guillermo Oliveri.

«Me da miedo cuando veo comunidades cristianas que dividen el mundo en buenos y malos, en santos y pecadores; de esa manera, terminamos sintiéndonos mejores que los demás y dejamos fuera a muchos que Dios quiere abrazar», reflexionó Francisco.

En ese marco, aseveró que «hay que incluir siempre, tanto en la Iglesia como en la sociedad, todavía marcada por tantas desigualdades y marginaciones».

Scalabrini, nacido en Fino Mornasco, en la provincia de Como en el norte de Italia en 1839, está considerado el «Patrono de los Migrantes» por su labor social, tras su muerte en 1905 había sido beatificado por Juan Pablo II el 9 de noviembre de 1997.

«El obispo Scalabrini, que fundó una Congregación para el cuidado de los emigrantes, afirmaba que en el caminar común de los que emigran no había que ver sólo problemas, sino también un designio de la Providencia», recordó el pontífice durante su homilía al dedicar palabras al sacerdote italiano.

Así, para el Papa, «Scalabrini miraba más allá, miraba hacia el futuro, hacia un mundo y una Iglesia sin barreras, sin extranjeros».

Luego, en un pasaje improvisado de su homilía, el Papa planteó que «es escandalosa la exclusión de los migrantes».

«La exclusión de los migrantes es criminal. Los hacen morir ante nosotros. Y así llamamos al Mediterráneo el gran cementerio. No abrir las puertas a quien tiene necesidad… los excluimos, los mandamos fuera, a los ‘lager’, donde son esclavizados. Pensemos en los migrantes, en los que son capaces de llegar. ¿Los recibimos como hermanos o los ignoramos?», preguntó.

Con la ceremonia de hoy, Zatti se convirtió en el tercer santo «argentino» tras Héctor Valdivieso, quien desempeñó su sacerdocio en la ciudad de Buenos Aires y fue canonizado en 1999 tras ser asesinado en la Revolución de Asturias española de 1934, y luego de José Gabriel Brochero, el «cura gaucho» canonizado por Francisco en 2016.

Antes de la canonización, el Papa recibió ayer a un grupo de salesianos que llegaron a Roma para la ceremonia y, al recordar a Zatti, destacó que el nuevo santo conoció a ese grupo «en Bahía Blanca, donde había llegado en 1897 junto con su familia».

«Lamentablemente, muchos inmigrantes perdían el valor de la fe, absorbidos por el trabajo y los problemas que encontraban. Pero los Zatti, gracias a Dios, fueron una excepción», enfatizó.

Para CincoDias por Mariana Norando y Juan Jose Postararo

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