«La violencia machista contra las políticas argentinas. Un mal que no cesa» por Juan José Postararo

Parece al azar. Simula no tener “la intención de”, pero lo es. El comentario es casi “natural”, esta tan arraigado que parece confundir al emisor cuando, del otro lado, no hay un receptor que responda con una risa. No obstante, cada día son más los casos en que, desde todo tipo de espacio, se ejerce “violencia machista” hacia  las mujeres que ocupan cargos importantes en la Argentina.

“Chistes” (que no lo son), juego de palabras burdos que apunta a ser cómicos, comentarios desubicados, los ejemplos son vastos y la modalidad no cesa.

Sin entrar a detallar los innumerables ejemplos, el primer caso que a uno le viene a la cabeza es el de la actual vicepresidenta Cristina Fernández (sobre todo en épocas donde ejerció la Presidencia). Blanco de una violencia extrema que arrancó desde su llegada a la Rosada y no cesa. Situaciones que comprenden un nefasto abanico de opciones: desde las repudiabas tapas de la revista Noticias de la editorial Perfil  a los dibujos de Sabbat en el diario Clarín, hasta llegar a los comentarios que, cualquiera de nosotros, pude escuchar en el barrio, en el café o en el colectivo, donde los términos  “yegua y puta” son moneda corriente.

No se trata de una defensa a la política implementada pro CFK, ni a los ideales que ella defiende. Sino una observación de cómo, de manera casi natural, (cultural sería acaso el término), se apunta al insulto, al menosprecio, a la descalificación ante la mirada diferente. Pero el punto es que no se trata de una “casualidad”, sino más bien de una “causalidad”. La ecuación es simple: se la ataca, sobre todo, por su condición de mujer.

Pero acaso no es la única decíamos. Ya esto sucedía con el “Viva el Cáncer” que se pintaba en las paredes en una canallesca agresión para con Eva Perón.

Tiempo atrás, cuando Ginés González fue corrido del cargo de Ministro de Salud, su lugar lo tomó la actual Carla Vizzotti.  Ella también fue víctima de la agresión mediática pro su perfil femenino.

En plena Pandemia, Jorge Lanata en su programa Periodismo para Todos, realizó un monologo con alto contenido misógino contra la funcionaria. Allí el periodista criticó el físico de la funcionaria, se burló que dejara de usar anteojos y optara por los lentes de contacto; y hasta apuntó que, en caso de “venir otra pandemia” iba a “terminar así”. ¿Cómo? Como una exuberante modelo.

El modelo se repite casi calcado: Sin embargo, no usó estadísticas ni criticó las medidas sanitarias sino que apuntó directo a su cuerpo y a su imagen.

La legisladora Ofelia Fernández es otra joven que sufre reiteradas veces acaso y agresiones en redes, pero no por su conducta como política, sino por su físico. Sus palabras lo explican claramente “el núcleo de la violencia política es que no importe la posición política”

Este tipo de violencia, dice, “es fácil identificarla porque no se usa un solo argumento político, ya que eso habilitaría la discusión, y lo que quieren es sacarte de la discusión. Otro de los objetivos es advertirles a las que -envalentonadas por nuestro ejemplo- piensan animarse a la política y, por el contrario, se arrepientan a tiempo. A los conservadores les molesta que lleguemos formadas, con temperamento y con votos”.

Hace semanas, la agresión machista dispuso sus “cañones” contra la flamante nueva Ministra de Economía, Silvina Batakis. Una vez más del derrotero “machirulo” (que no distingue en este caso sexo, puesto que muchas veces el propio género femenino es quien descalifica de esta manera) se posó en el atuendo de la funcionaria a la hora de tomar juramento.

Lejos de analizar la carrera política, su idoneidad para el cargo, su labor como funcionaria pública, la mirada se dirijo a “el vestido que utilizó y la falta de maquillaje”.

“Da la impresión que abrió el placar y se puso lo que primero tenía a mano. No le importó nada” escribió una “especialista en moda”, en redes sociales. Un despropósito por donde se lo mire.

Y las agresiones no censan. En su reciente viaje a EEUU, lejos de sustentar el debate en las medidas socio-económicas que se plantearan en la mesa frente al FMI o el Tesoro, lo único que parece interesar es el vestido que utilizó: “Batakis fue a Washington vestida igual que mi vecina porrera para ir al Lollapalooza” reza un pedante comentario en Twitter.

Con un Ministerio de Genero en funcionamiento, con un Movimiento Feminista en alza (en Argentina y la región), parece que la cultura machista es un hueso duro de roer. Cuesta mucho “reconstruirse”, es un proceso claro natural y de paso lento. Pero se torna mucho más complejo si desde los medios más importantes la violencia se ejerce sin pudor. Disfrazada de anticuados chistes, de frases banales como “cualquier cosa las ofende”, de editoriales penosas y cobardes agresiones.

En este aspecto, un estudio del Observatorio Julieta Lanteri sobre las percepciones y experiencias de la violencia machista en el marco de la participación política de mujeres, lesbianas, trans y travestis en Argentina, determinó que es un fenómeno «persistente y transversal a todos los espacios» de la política nacional.

Los datos de esta encuesta, realizada a 970 personas de diferentes ámbitos políticos del país sudamericano, han revelado que la violencia machista supone una barrera para «la plena participación de las mujeres, lesbianas, trans y travestis en igualdad de condiciones».

De acuerdo con el observatorio, cerca del 30 % de las personas encuestadas «estuvieron expuestas a algún contacto físico no deseado por un colega en el ámbito de la política»; casi un 20 % afirmó haber sufrido abusos sexuales para

conseguir un recurso, ascenso u otro puesto similar; y 1 de cada 4 sintió miedo alguna vez. De estas, el 6 % afirmó haber sufrido abusos.

Aparte del maltrato físico, según la muestra, un 40 % ha recibido «comentarios, bromas y críticas sobre su personalidad». Un conjunto de «micromachismos» que para las encuestadas «reproducen estereotipos de género y restan autoridad para la política».

Secuelas

Cuatro observatorios que confeccionan sus propias mediciones de crímenes vinculados a la violencia de género, informaron semanas atrás que en el primer semestre del 2022 se registraron entre 114 y 155 femicidios y trans-Travesticidios en todo el país.

En este aspecto el Observatorio de Femicidios de la Defensoría del Pueblo de la Nación contabilizó 130 crímenes motivados por el género desde comienzos del 2022, que incluyen 106 femicidios directos, 13 vinculados, 3 trans-Travesticidios y 8 suicidios feminicidios.

Números que no son ajenos a estas conductas fogoneada por los medios. Es imposible erradicar una conducta que termina en asesinato sin el compromiso de todos. Nada es casual, todo es causalidad. Es hora de entender que todos somos parte de un pequeño engranaje de una maquina cultural que mueve sus piezas desde siempre. Parar esta máquina que insulta, hiere, castiga y mata, es un problema de todos. Es hora de hacernos cargo de la cuota parte que nos corresponde. Porque hoy es Batakis, mañana puede ser tu hija.

 

Para CincoDias por Juan Jose Postararo

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