El telescopio espacial James Webb desplegó sus paneles solares (video)

El telescopio espacial James Webb, la mayor apuesta de la humanidad hasta la fecha en su afán por explorar el universo, se elevó al espacio el pasado 25 de diciembre, en lo que supuso la culminación de décadas de trabajo por parte de astrónomos de todo el mundo. Pero para que el telescopio dé inicio a una nueva era de la astronomía, como muchos científicos esperan que suceda, deberá ejecutar con éxito cientos de complicadas operaciones técnicas en los próximos días y semanas.

«Ahora comienza la parte difícil», señaló tras el despegue John Grunsfeld, astrofísico, antiguo astronauta y exdirector científico de la NASA.

El James Webb ha costado 10.000 millones de dólares y es el observatorio espacial más complejo y caro de la historia. Y también es el sucesor del telescopio espacial Hubble, que ha estudiado el universo desde 1990. Tras su lanzamiento, llega la parte más arriesgada de la misión: desplegar todos los componentes necesarios para que su enorme espejo escrute los confines del cosmos, remontándose hasta casi el inicio de los tiempos. [Recordemos que al observar objetos muy distantes del universo, los estamos viendo tal y como eran en el pasado, en el momento en que emitieron la luz que hoy llega hasta nosotros.]

Los astrónomos no podrán respirar tranquilos hasta que no entren en funcionamiento todos los equipos y se hayan completado las primeras observaciones científicas, lo que probablemente ocurrirá en julio. Hasta entonces «habrá mucho nerviosismo», admite Heidi Hammel, científica interdisciplinaria de la misión y vicepresidenta científica de la Asociación de Universidades para la Investigación en Astronomía.

El telescopio James Webb, construido por la NASA, despegó el 25 de diciembre a las 13:20 (hora española) desde el puerto espacial de Kourou, en la Guayana Francesa, impulsado por un cohete Ariane 5 que proporcionó la Agencia Espacial Europea (ESA). El tercer socio internacional del proyecto es la Agencia Espacial Canadiense.

«Qué día tan emotivo», exclamó Thomas Zurbuchen, director científico de la NASA, en una transmisión de vídeo por Internet realizada desde el lugar del lanzamiento. «Es el comienzo de una de las misiones más asombrosas que haya concebido la humanidad.»

«Ahora mismo estoy muy emocionada, tras ver suceder al fin algo que todos llevábamos esperando tanto tiempo», añadió Jeyhan Kartaltepe, astrónoma del Instituto de Tecnología de Rochester que ha obtenido tiempo de observación en el telescopio. «Estoy enormemente agradecida a todos los que trabajaron tan duro para lograr que fuera un éxito.»

Rumbo al punto L2

El Ariane 5 transportó el telescopio James Webb al espacio a lo largo de una trayectoria aparentemente impecable, lo cual supone un ahorro de combustible que el telescopio podrá usar con fines científicos en los próximos años. Tras separarse del vehículo de lanzamiento a los 27 minutos del despegue, el observatorio desplegó sus paneles solares, un paso crucial que permitió que la electricidad comenzara a circular. «Eso me tuvo media hora sin pestañear», rememora Grunsfeld.

Horas más tarde, el telescopio encendió sus motores para corregir su trayectoria y poner rumbo a su destino final, un lugar del espacio conocido como el segundo punto de Lagrange, o L2, localizado a 1,5 millones de kilómetros de la Tierra. Una vez allí, nuestro planeta se situará en todo momento entre el Sol y el telescopio, que escudriñará los oscuros confines del espacio exterior mientras protege sus sensibles sistemas ópticos de la luz solar.

El viaje hasta L2 llevará 29 días, con más de 300 momentos críticos en los que algo podría salir mal. Durante todo este proceso, el telescopio será como una mariposa que emerge de su crisálida, según Günther Hasinger, director científico de la ESA. Una mariposa muy cara y compleja, de tres pisos de altura.

Lo primero y más importante es que el telescopio despliegue su escudo solar, una operación que ya ha comenzado y se extenderá al menos hasta este fin de semana. El escudo tiene forma de cometa y es del tamaño de una cancha de tenis. Su misión es proteger al observatorio de la radiación, logrando que la temperatura ambiente baje desde los 110 grados Celsius que se alcanzarán en el lado que mira al Sol hasta los −235 grados Celsius en la parte opuesta. Y es que el telescopio James Webb requiere temperaturas gélidas para poder captar los destellos que emiten las galaxias distantes y otros objetos cósmicos en longitudes de onda infrarrojas.

«El aspecto singular del James Webb es que se trata de un telescopio frío», explica Hasinger. Si el escudo no se despliega correctamente, las capacidades científicas del observatorio se verán gravemente afectadas.

Tres días después del lanzamiento, empezaron a desplegarse dos estructuras rectangulares a ambos lados del observatorio. Ahora esas estructuras se abrirán para dejar al descubierto las cinco capas del escudo. Finalmente, estas membranas se tensarán y fijarán en su lugar, como cuando estiramos una sábana sobre un colchón.

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