Qué fue de Las Ketchup, las hermanas que conocieron el cielo y el infierno con «Aserejé»

En octubre de 2002, a cuatro meses de haberse editado, «Aserejé» era un hit universal: número uno del chart en Rumania, séxtuple platino en Noruega, himno discotequero en su España natal y en una Argentina en pleno cataclismo. La criatura de Pilar, Lola y Lucía Muñoz -autobautizadas Las Ketchup por ser las hijas del guitarrista Juan Muñoz, «El Tomate»- no generaba sino buenas nuevas: shows multitudinarios, récords de ventas y todo eso que para ellas se estaba volviendo rutina pero que la enorme mayoría de los artistas jamás conoce. Eso, hasta que un día una noticia extraña las tomó a contrapierna: en Honduras las tildaban de satanistas.

«Uf, fue muy fuerte, porque además, imagínate, en el álbum teníamos una canción con título ‘Una vida de amor y de paz’ que habla de la luz», dice hoy Pilar, recordando aquel episodio estrambótico de su carrera. La interpretación que un grupo de educadores religiosos de aquel país centroamericano hizo de la letra sostenía que Diego, el protagonista de la canción, era en realidad el mismísimo Lucifer, por lo cual cantar «Diego tiene chulería» equivalía a alabar a un diablo hermoso.

Incluso el título del tema -afirmaban los acusadores- escondía una motivación oscura: «Aserejé» era una invitación «a ser hereje». Y por último le echaban encima todo el peso de la sospecha: «Si no tiene significado es porque algo oculta, por lo que lo mejor es no escucharla», explicó en su momento a un diario local un vocero del Instituto Departamental Evangélico hondureño. Inapelable.

«Cuando nos enteramos de eso nos sorprendió bastante. Pero bueno, sabemos que hay gente que saca noticias o historias que no tienen que ver con la realidad y dicen cosas sin saber. Por supuesto que nuestra letra no tiene nada satánico», insiste Pilar, como si hiciera falta.

Su carrera es atípica por donde se la mire: en lugar de construirse un nombre paso a paso hasta llegar al éxito como casi todos sus colegas, su canción debut se convirtió en el 103° single más vendido de todos los tiempos a nivel mundial (contando a los Beatles, a Justin Bieber, a quien sea). Y en medio de todo eso: esta insólita acusación de blasfemia.

No fueron ellas quienes compusieron «Aserejé»: la firma al pie es de Queco (seudónimo de Manuel Ruiz), colaborador de artistas como Niña Pastori, Raimundo Amador o Azúcar Moreno. «Cuando vino con el tema vino muy ilusionado con el proyecto y la idea, lo escuchamos y nos gustó. Fue todo muy rápido, porque a los dos días ya tenía la letra y nos metimos en el estudio a grabar», cuenta Lucía.

Lo de que «fue todo muy rápido» es indiscutible: en cuestión de semanas, aquellos versos ininteligibles -y por ende satánicos, según el evangelismo hondureño- que habían surgido de un juego en el que Queco y sus hijos balbuceaban «Rapper’s Delight» de Sugarhill Gang («I said a hip hop the hippie, the hippie to the hip hip hoppa ya don’t stop» se convirtió en «aserejé ja de je, de jebe tu de jébere sebiunouva»), se cantaban y bailaban por toda Europa. «El tema empezó a oírse en radio. Mientras estábamos en el estudio grabando otros temas, se disparó en otros países y nosotras tuvimos prácticamente que dejar el álbum casi incompleto. Tuvimos que empezar con la promoción del disco con la discográfica de forma rápida, viajando por todo el mundo», recuerda Lola.

De un momento a otro, Las Ketchup recorrían el planeta «viajando en aviones como si fuesen taxis, estando en un día en dos o tres países diferentes». En un par de meses pasaron de ser una aspirante a actriz (Pilar), una estudiante de Ciencias del Trabajo (Lola) y una peluquera que cantaba flamenco (Lucía) a ser un trío pop que se presentaba -por ejemplo- en el Ostseehalle alemán, un salón para conciertos en el que entran 13.500 espectadores. «Estábamos constantemente viajando y realmente no éramos conscientes lo que pasaba en los otros países del mundo. ¡Supimos que llegó hasta África!», dice Pilar sobre su tema-insignia.

El plan promocional de Hijas del tomate -así se llamó finalmente aquel álbum que casi dejan inconcluso por culpa del suceso repentino de «Aserejé»- las expuso a situaciones surrealistas, como aquella vez que fueron a un programa de televisión conducido por Cindy Crawford. «¡A mí me encanta esa mujer! Yo tenía un novio que estaba enamorado de ella», dice Pilar, y se guarda el dato clave para el final: «Vimos por los pasillos a David Bowie. ¡Casi nos derretimos!».

El cambio de vida que acarrea la fama, dice Lola, es muy grande: «Cuando de repente tienes un tema que se convierte en un hit mundial, afecta en todos los aspectos. Tu vida diaria cambia. Mucha revolución, ¡y tener que adaptarse también!».

Por eso, después de tanto ajetreo, no sorprende que las tres hayan apostado a la calidez y la seguridad de lo doméstico ni bien la ola «Aserejé» rompió en la costa: «Todo en la vida es un ciclo, la verdad. Tras mucha acción, vuelves a tener tranquilidad. Y además en nuestra inactividad fuimos madres, atendimos otras prioridades», cuenta Pilar.

Recién en 2006 volverían a hacer música: Un bloodymary se llamó su siguiente álbum, grabado en formato cuarteto con su hermana Rocío. Con el tema que da nombre al disco (también compuesto por Queco) compitieron en el certamen Eurovisión de ese año y terminaron en el puesto 21 de 24: una performance que ninguno de los involucrados atesora demasiado («no la recuerdo como una experiencia demasiado buena. No por el resultado, sino un poco por todo, en general. La canción, el sonido, el vestuario. si me dan a elegir, hubiese elegido otra canción. Es algo que tuvimos que hacer, que no elegimos», confesó alguna vez Lucía).

A partir de aquel traspié el grupo se convirtió en una entidad volátil. A las que habían saltado al estrellato en días, volver a los escenarios les llevó una década entera: en 2016 reaparecieron para cantar su tema más célebre (de nuevo como trío, pero ahora sin Pilar) en el festival Melodifestivalen.

La actuación tuvo mucho de reinvindicación: «Las Ketchup triunfan en Suecia catorce años después», tituló la prensa. Siguieron algunos shows esporádicos, y desde el año pasado las tres integrantes originales están de regreso al cien por ciento, felices por su suerte. «Nunca llegas a cansarte de un hit: al revés, agradeces que cada vez que te contratan para cantar la canción, la gente la pida», dice Pilar, y remata con una referencia a las religiones orientales que descolocará a la Inquisición hondureña que las perseguía 18 años atrás: «A veces bromeamos con esto y decimos que si nos reencarnamos en otra vida, la primera palabra no será mamá o papá: será… aserejé».

 

Especial para #CincoDias por Diego Mancusi

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