Opinion| «No al desguace del Santísima Trinidad» por Sergio Muñoz y Bárbara Solernou

La fragata misilística Santísima Trinidad –con la que recuperamos las Malvinas en el ‘82- fue declarada en desuso para su desguace y eliminación del patrimonio estatal a través del decreto presidencial 1017/2020.

El silencio político es elocuente, ni el Frente de Todos, ni Juntos por el Cambio, ni la izquierda del FIT han dicho palabra sobre este atropello a la Memoria, Verdad y Justicia. Esta unidad de la clase política evidencia que la verdadera grieta en nuestro país no es ideológica, de izquierda-derecha, sino geopolítica, de Patria-colonia y muestra que el proceso de desmalvinización que pretende borrar nuestra historia antiimperialista sigue vigente. Claudicación vergonzante que choca de frente con el sentimiento popular, la identidad y el orgullo nacional que significa la causa Malvinas.

Como hijos del Pueblo Trabajador y la Patria Argentina no podemos ser indulgentes frente a este avasallamiento, debemos exigir que se declare al Santísima Trinidad como Patrimonio Cultural de la Nación.

MEMORIA

                El ARA T-42 Santísima Trinidad es un destructor fabricado por Astillero Río Santiago en cumplimiento con las normas de calidad de la OTAN, las más exigentes del mundo en armamentos. Quienes hoy ven solo un cumulo de hierros oxidados desprecian un emblema nacional hecho por trabajadores altamente calificados que solo el Estado Empresario Argentino supo desarrollar. Ni por precio ni por plazo fuimos reconocidos internacionalmente, sino por la legendaria excelencia de nuestra calidad. La fabricación de buques militares, grandes construcciones mecánicas y componentes nucleares para centrales atómicas -Embalse Río Tercero, Atucha II, Planta de Combustibles Nucleares Ezeiza, etc- han convertido a nuestra mano de obra en el valor industrial más distinguido de la fábrica. Valor agregado que Juan Perón reconoció creando la marca AFNE –Astilleros y Fábricas Navales del Estado-, un bien intangible que prestigia nuestro trabajo en el mundo. Así lo demuestran los grandes motores diésel que construimos con licencia suiza, bajo las marcas AFNE-Sulzer, con licencia italiana (AFNE-Grandi Motori Trieste), etc. También lo prueba la fabricación de grúas y maquinaria de cubierta con licencia francesa (AFNE-Brissonneau et Lotz Marine), material ferroviario con licencia norteamericana (AFNE-American Association of Railroads), locomotoras de maniobra con licencia belga (AFNE-Cockerill). Y así siguiendo con la compleja tecnología de Buques Militares, con licencia inglesa (AFNE-Vickers) y con licencia alemana (AFNE-Blohm und Voss).

Gloria industrial pisoteada por los gobiernos de turno que hace años intentan destruir el T-42 Santísmia Trinidad -el buque argentino más temido por los ingleses, de tecnología Vickers- y hoy lo concretan. Su última navegación operativa fue en junio de 1989, desde entonces, comenzó a ser desguazado para servir como fuente de repuestos a su gemelo, el ARA Hércules, debido al embargo británico de material bélico posterior a la Guerra de Malvinas. En el año 2000, fue puesto en “receso temporario”. El 20 de diciembre de 2004, el Estado Mayor General de la Armada lo dio de baja para finalmente hoy enajenarlo del patrimonio estatal. Acto de sumisión, orquestado desde hace varios años por la embajada británica, con una complicidad pasiva de parte del poder político y la Armada Argentina, quienes no han hecho más que escudarse en una supuesta “falta de presupuesto” para dejar que el patrimonio cultural histórico de los Argentinos sea convertido hoy en chatarra, y vendido por kilo, sin la justicia que merece.

VERDAD

Las Islas Malvinas son la gran causa nacional, latinoamericana, popular y profundamente antiimperialista, que unifica a los Pueblos dejando a un lado contradicciones secundarias en pos de una Patria Grande sin mutilaciones territoriales. Desde 1982 en adelante, ni siquiera los genocidas del terrorismo de estado resultan confiables para el pentágono norteamericano y el foreign office inglés. A pesar de haber secuestrado, torturado y asesinado a 30.000 compatriotas para cumplir con la doctrina de seguridad nacional diseñada por EE.UU, el haber enfrentado al imperio, para perpetuarse en el gobierno, los anuló para siempre ante los agentes políticos, económicos y militares de EE.UU y la Europa imperialista. El Santísima Trinidad fue el destructor encargado de liderar la recuperación de las Malvinas brindando cobertura antiaérea y antisubmarina.

La declaración solemne de que Argentina es un país sin hipótesis de conflicto, cuando tiene a Inglaterra usurpando las Malvinas, es una derrota autocomplaciente para generar satisfacción moral a quienes anhelan comodidades y no conflictos. Pretendiendo ser indultados por las embajadas extranjeras, el gobierno y la Armada Argentina se desmalvinizan cada vez que pueden en obediencia debida a su geopolítica imperial. Sabotean todo intento de fabricación de buque de gran porte en el Astillero Río Santiago, como demuestra la parálisis de obra de los producteros Eva Perón y Juana Azurduy para Venezuela. Boicotean el Cruce por Aguas Argentinas violando la ley de Integración Territorial 26.766, desconociendo el fideicomiso para las obras –decreto 1423/15- y la cotización oficial del ARS para la construcción de los buques. Ignoran tanto el estado parlamentario del proyecto de ley ELMA XXI –expte. D-4813/19- como el Plan Naval Argentino, que Social 21-La Tendencia le entregó en mano a CFK y a Axel Kicillof, para reconstruir nuestra flota. Y frenan sistemáticamente el tratamiento de las históricas leyes navales del ARS capaces de recuperar el control logístico del espacio marítimo y nuestro comercio exterior: Transporte por Agua con Reserva de Cargas –expte. D-2965/20- y Fondo de Desarrollo de la Industria Naval Nacional –FODINN –expte. D-2966/20-.

JUSTICIA

Un Pueblo que desconoce su pasado pierde consciencia de su ser nacional y confunde su destino. La pérdida del patrimonio cultural relacionado al espíritu heroico del Pueblo argentino, la falta de valoración hacia los símbolos de coraje y de entrega por las causas patrióticas, todo aquello que represente la lucha popular contra las potencias extranjeras, parece quedar siempre destinada a su desaparición, recibiendo como condena el desprecio y el olvido. Quien elimina un emblema de soberanía, independencia y justicia como el T-42 Santísima Trinidad, intenta doblegar nuestra argentinidad, ese rasgo cultural que nos define como Pueblo combativo, generoso, antiimperialista y de vocación universal. No habrá sentido de avance hacia la Liberación Nacional si no hay historia de gloria que enseñar. Hay países que, a pesar de las derrotas, solo enseñan victorias, para que el orgullo nacional fortalezca la moral de su Pueblo.  Es el caso de Alemania que habiendo perdido la segunda guerra mundial reflotó un submarino hundido en combate -el U2540- y lo reacondicionó para convertirlo en museo donde sus estudiantes rinden homenaje todos los años a los soldados que dieron la vida por su Patria. Merecido homenaje que hoy el decreto 1017/20 les niega a nuestros Héroes de Malvinas.

Las generaciones futuras tienen derecho a enorgullecerse al saber que hubo mujeres y hombres como ellos que se enfrentaron a la flota más poderosa y lograron hacer temblar de miedo a un miembro de la OTAN. Y no fueron los empresarios capitalistas, ni los políticos profesionales, ni los milicos golpistas, fueron los hijos de los trabajadores quienes demostraron un valor y coraje nunca visto, logrando inmortalizarse en la historia mundial como los heroicos guerreros argentinos que cambiaron las tácticas del combate aeronaval para siempre. Su gloria es eterna y recordada hasta por nuestros propios enemigos, los ingleses, quienes aún conservan en sus museos un noble avión Pucara, al que tratan con el merecido respeto por el adversario que demostró valentía en el combate. Hacer justicia de mínima requiere otorgarle al ARA T-42 Santísima Trinidad el carácter honorario de Patrimonio Cultural de la Nación. A sabiendas de que la Patria Argentina y su Pueblo Trabajador siguen esperando el verdadero homenaje: crear un Ministerio de Asuntos Marítimos y Navales de la Nación, restaurar el destructor y ponerlo a patrullar el Atlántico Sur para recordarle –con diplomáticos mensajes de 4 pulgadas- a los pesqueros chinos depredadores de nuestros recursos, que acá hay un Estado que defiende su patrimonio y hace valer su territorio. La soberanía no se declama, se ejerce.

 

 

 

 

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