A 30 años del Femicidio de María Soledad Morales

Este 9 de Septiembre se cumplieron 30 años del Caso María Soledad, la estudiante secundaria que fue violada y asesinada en Catamarca y cuyo crimen motivó las «marchas del silencio» y derivó en la intervención de la provincia. En épocas donde no se hablaba de «homicidios» en #CincoDías repasamos los detalles del caso que conmocionó al país entero.

La adolescente de 17 años fue vista con vida por última vez el 7 de septiembre de 1990 cuando fue a bailar a la elección de la reina del estudiante del colegio del Carmen en la capital catamarqueña.

El boliche Le Feu Rouge había sido el lugar escogido por las chicas del colegio Del Carmen para organizar la fiesta y recaudar fondos para su viaje. María Soledad Morales era una de las jóvenes cuyos papás no podían afrontar ese gasto. Su mamá Ada era maestra y daba clases particulares, su papá Elías era empleado público. Sole, como le decían todos, era la segunda de siete hermanos.

El viernes 7 de septiembre de 1990 María Soledad les pidió permiso a sus papás para quedarse a dormir en la casa de una amiga luego del baile. Ella debía volver el sábado a las 16 horas. Sin embargo sus planes cambiaron. Luego de la fiesta en Le Feu Rouge, se encontró con la persona de la que se había enamorado. Luis, un empleado de Obras Sanitarias, once años mayor con el que se fueron juntos a otro boliche, Clivus.

Esa noche fue la última vez que la vieron con vida. El lunes 10 de septiembre, trabajadores de Vialidad Nacional encontraron su cuerpo al costado de la ruta 38.

Nadie sabía en ese momento lo que había sucedido, sin embargo las calles comenzaban a llenarse de un rumor, una sospecha que con el correr del tiempo se transformaría en certeza.

Luis Tula llegó con María Soledad a Clivus, allí se encontraban otros jóvenes, en su mayoría hijos de funcionarios del Gobierno provincial y de la “creme” catamarqueña. En ese lugar fue abusada sexualmente, drogada y finalmente asesinada.

Hoy, el lugar donde fue hallado el cuerpo junto a la ruta 38, a seis kilómetros del centro de San Fernando del Valle de Catamarca, solo puede reconocerse por un monolito despintado.

El asesinato de María Soledad tuvo una amplia repercusión a nivel nacional y terminó con la renuncia del entonces gobernador de Catamarca, Ramón Saadi.

También motivó las «marchas del silencio» que organizaba la religiosa Martha Pelloni, rectora del colegio al que asistía María Soledad y terminó con la detención y posterior condena de Luis Tula y Guillermo Luque, hijo de un diputado nacional.

LOS HIJOS DEL PODER

En Catamarca, los Saadi gobernaban desde 1940, y manejaban todo: la justicia, el acceso al trabajo, la vida de la gente. Y como cuenta Julia Lorenzo en esta nota, María Soledad era una de 7 hermanas de una familia pobre.

Desde el primer momento las investigaciones fueron manipuladas, y el pueblo de Catamarca hablaba por lo bajo de “los hijos del poder”.

El perito Andrés Barriocanal, entre otros, fue el encargado de «demostrar» que no había habido violación. «Se ahogó con su propia sangre», dijo. Y esa mentira, de que María Soledad murió por el traumatismo que le causaron los golpes de una piedra que le hizo tragar su propia sangre, duró 7 años. Más tarde se supo que fue la propia policía la que plantó su cuerpo a la vera de la ruta 38; que los bomberos habían lavado su cuerpo por orden policial antes de llegar a la morgue, y muchas cosas más.

Nadie más que “los hijos del poder” podía movilizar a la policía, hacer cambiar el escenario del femicidio, hacer decir a los médicos lo que quisieran, hacer desdecir a los testigos y tener juicios que los declaren inocentes. Eso estaba claro.

Entre los principales sospechosos estaban Guillermo Luque (hijo del diputado nacional Ángel Luque), Pablo y Diego Jalil (sobrinos del intendente de la Capital José Jalil), y Miguel Ángel Ferreyra (hijo del jefe de la policía local). Varios testigos declararon haberlos visto en una fiesta llevando a Soledad.

Las “marchas del silencio” las impulsaron sus compañeras de colegio y la directora de la escuela, la monja Marta Peloni, junto a sus papás y sus hermanas. Llegó a haber 70 marchas del silencio, todos los jueves. Más de 30 mil personas en la calle, en una ciudad de 80 mil. Fue la respuesta al intento de encubrir el hecho con un juicio lleno de irregularidades y sentó un precedente enorme.

El escándalo fue tan grande que el gobernador Ramón Saadi terminó siendo removido por el presidente Carlos Menem, que intervino la provincia y puso a cargo de la investigación nada menos que a Luis Patti que, sobre todo, se dedicó a investigar a los manifestantes, como muestran algunos archivos de inteligencia de la época.

En 1996, después de 6 años, fue el 1er juicio por María Soledad. Uno de los más televisados de la historia. “No me recuerdo”, careos entre testigos, señales y gestos entre los jueces. Todo televisado, a toda hora del día.

En 1998 se condena a Luis Tula a 9 años de prisión, como entregador de Soledad y a Guillermo Luque, hijo del diputado nacional del PJ Angel Luque y ahijado del entonces presidente Menem, a 21 años de prisión, aunque sale a los 14.

El diputado Angel Luque llegó a declarar al diario Clarín que “si mi hijo hubiera sido el asesino, el cadáver no habría aparecido”. Ese era el grado de impunidad que se manejaba. Otros, pasaron a la historia impunes, porque la posibilidad de investigarlos prescribió en 2005.

A María Soledad la mataron por mujer, joven y pobre, los hijos del poder, que siguen existiendo. Pero el problema no son simplemente “los hijos” del poder político, son las instituciones del Estado, los partidos mayoritarios, como el PJ, los que garantizan la impunidad.

En 2003, Carlos Menem y Ramón Saadi se reconciliaron e hucieron juntos campaña electoral.

En la crisis del campo, ya como senador, Ramón Saadi se volvió a acercar al gobierno con su voto a favor de las retenciones. En 2011, su prima, Lucía Corpacci, al ser electa gobernadora por el Frente para la Victoria, sostuvo que «Ramón no es el demonio que plantean los medios».

Fue más específica de hecho. Según esta cita, las primeras palabras de la gobernadora kirchnerista, fueron: «o soy Saadi, mi mamá es hermana de Vicente Saadi. Mi abuelo fue un inmigrante trabajador, Vicente fue un político excelente reconocido en Catamarca y en el país. Después de él nadie se dedicó a hacer una política de agua, ni de servicios, ni de desarrollo. Después vino Ramón, con todo el escándalo que significó el caso de María Soledad Morales, en el que el Frente Cívico se encaramó en la desgracia de una familia y no fue cómo lo llevaron los medios. Ramón con sus aciertos y errores, se ha ganado el cariño de la gente».

Hoy Ramón Saadi sigue integrando el PJ, partido por el que fue diputado nacional entre 1991-1995 y 1999-2003; senador nacional entre sus dos gobernaciones, y luego (de nuevo, senador nacional) entre 2003 y 2009.

Luque tiene hoy 54 años, vive en pleno centro catamarqueño, tiene un hijo y se mantiene con las rentas de las propiedades que le dejó su familia.

Tula tiene 59 años, también vive en la zona céntrica de Catamarca, tiene dos hijos con su expareja, es abogado penalista tras estudiar en la cárcel y tiene un estudio jurídico ubicado en la calle Rivadavia al 800.

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